A euro la meada
Si por eso de los horarios y las necesidades que nos llevan a los ciudadanos a la capital de las Españas insulares y peninsulares, castizamente los madriles, hemos de subir a un Ave ferroviaria, preparen el bolsillo. La cosa supera con bastante creces los cien euracos. Viajar en tren como buena alternativa se está poniendo por las nubes. Viajar, en general, a no ser que no quede otro remedio, es una de las decisiones que hay que poner sobre la balanza, al menos para el común de los españolitos de a pie, nunca mejor dicho. Estirando el tiempo para volver el mismo día, que las dormideras alcanzan las nubes de los sueños.
«Nos van a cobrar hasta por mear», he oído con frecuencia al referirse a lo cara que se pone la vida. No nos van, ya cobran en algunos casos. Escríbase la estación madrileña de Chamartín, ya que hablamos de este viaje. Si le entran allí ganas de mear (para más púdicos y eufemísticos: orinar, miccionar, pishar, hacer aguas menores, hacer pis, hacer pipí, evacuar…), prepare el monedero. Porque si el necesitado piensa solventar el asunto de forma directa y específica, ha de pasar por taquilla. Un euro la jugada. Se entiende, como parece fácil deducir, que en la tarifa entra la tasa de cubrición de posibles necesidades mayores. La forma indirecta de arreglarse es pasar por restaurante o cafetería, que se supone que el asunto queda resuelto con la consumición, que tampoco deja de ser moco de pavo. No es recomendable, según intenciones poco confesadas, hacerlo en alguna esquina de lugares públicos, ya sabe: multa por denuncia de exhibicionismo, desorden público, atentado sanitario o alguna nueva figura que se inventen las ilustrísimas rompecabezas. Vaya usted a saber. Ni se le ocurra recurrir entonces a prácticas de tal tenor por parte de otros vertebrados, que hasta es posible que le llegue de rebote más de un zasca.
No es que el asunto se convierta en cuestión de estado, no, no, aunque cosas más insípidas y estrafalarias se cuelan a diario por la gatera de las cámaras, al margen de la violencia verbal que se gastan sus señorías en los últimos tiempos, que, al parecer, son siempre. Lo que sí tiene preocupado a un determinado sector de estos usuarios de necesidades primarias y universales es si habrá que añadir propina al euro, dada la propensión que por allí se gastan en tal ejercicio. Ver para creer, aunque entonces hasta es posible que el usuario no eche ni gota. Ojo con las retenciones.