Embarazo psicológico
AJuan García-Gallardo ha dejado de bajarle la regla en las últimas semanas para alarma autonómica y, por contagio, nacional. El embarazo psicológico del vicepresidente de la Junta y líder castellano de Vox, detectado a Dios gracias antes de que entrara en leche, ha revuelto el teatrillo político con su ocurrencia de protocolo para tratar a las mujeres que quieran abortar como si tuvieran una enfermedad. Al estilo del método Ludovico de La Naranja Mecánica , en el que obligaban al protagonista, atado y con varillas en los ojos para que no pudiera cerrarlos, a ver imágenes de violencia extrema mientras le inyectaban una solución que le inducía náuseas y malestar, la propuesta invitaba a las pacientes a escuchar el latido fetal y someterse a una ecografía en 4D antes de consumar la medida de acabar con la gestación. Todo adobado dentro del plan para fomentar la natalidad que el burgalés ya esbozó hace meses con la encíclica en la que censuraba el sexo si no tenía como fin procrear. A ver quién le explica ahora lo de las cigüeñas y los niños que vienen de París, antes de que la prepare de nuevo.
El plan, lanzado contra las sombras de la caverna que se abandonó hace 40 años, se ha quedado al final, pese a la tibieza inicial de los populares, tan sólo en un experimento político más del laboratorio en el que los partidos han metido a la comunidad. El juego consiste en convertir el pacto del PP y Vox en una representación de lo que sería un Gobierno con Santiago Abascal de vicepresidente, con Gallardo como esparring para llevarse las ostias en función de la respuesta del electorado a las propuestas. El sometimiento al simulacro, con el que habría resultado interesante que contara el país antes de que Pedro Sánchez pudiera empezar a dormir por las noches con Pablo Iglesias al otro lado de la cama, marcará las relaciones del gobierno autonómico con el horizonte de las elecciones generales a final de año. El escenario, de momento, le ha permitido a la dirección nacional de los populares para advertir a Alfonso Fernández Mañueco de que Dios habla por los santos: nada que diga, ni haga, puede interpretarse con independencia de lo que se proyecta como comportamiento para la posible presidencia de Alberto Núñez Feijóo. A ver si al final el embarazo psicológico de Gallardo no llega a término...