Divagaciones de etiqueta
La rueda, en el fondo, promocionó el sedentarismo al facilitarnos la posibilidad de renunciar al viaje. Coches, trenes y aviones nos dieron por fin la libertad de quedarnos cómodamente en casa por elección propia, de manera consciente, sin la disculpa de lo trabajoso que era acometer un largo viaje con aquellos destartalados medios de antaño. Ese placer de la renuncia a ver mundo, a echarse al camino al tuntún de la aventura porque sí o el excesivamente literario sentimiento de conocerse a uno mismo en el extranjero, como si no fuera posible hacerlo en el pueblo, es tan irresistible como unas pantuflas tibias. A los que somos de natural hogareño nos ha reforzado mucho en nuestra convicción que los medios de transporte de masas modernos sean capaces de ponernos en cualquier rincón del globo en nada y menos. Para lo que es un momentín, siempre habrá tiempo. El descubrimiento del fuego, pese a lo que erróneamente se cree, también hizo mucho por el alterne: salvo que haya un tormentón, al ser humano —al menos a su variante mediterránea— le tira más la calle que estar en casa, siempre y cuando exista la posibilidad de regresar a una casa bien templada cuando le apetezca. Somos complejos y volubles, enamoriscados y tornadizos, por eso el amor conyugal se apoya en el pilar inamovible del hogar al que volver como se vuelve al lugar de la infancia en que sentimos por primera vez que nuestro cuerpo tenía un peso sobre el mundo. Frente a eso, tour operadores y agencias de viaje a mí, que los arrollo.
Esta pequeña divagación sedentaria sirve para introducir el tema principal y de vivísima actualidad, y por lo tanto apenas sugerido, de hoy. ¿Por qué a los presidentes de gobierno les da tanto por viajar cuando llevan cierto tiempo en el poder? Mi opinión es que la Moncloa es una mansión fría y nada acogedora, que aviva los deseos de huir a sus residentes, que no pueden menos que hacer las maletas y escapar hacia países donde vestirse la camisa poligonera que les apetece en vez del uniforme oficial. Esa ruptura del protocolo es un anhelo tan fuerte que Sánchez hasta se inventó una teoría del ahorro climático para quitarse la corbata en público. Sea cual sea el color del próximo gabinete, que por humanidad apruebe un decreto que libere a los padres de la patria de ser permanentes presos de la etiqueta.