Montañas de carbón
Las montañas del Bierzo Alto, como las de Fabero, están cubiertas de mordiscos. Arañazos de los tiempos del carbón en forma de cielos abiertos. Así se extraía la antracita durante los últimos años de la minería, a las bravas. Eran los años de la agonía del sector y abrir un cielo abierto en lugar de una galería parecía la única solución para hacer rentable la extracción del mineral de las entrañas de los montes.
También están cubiertas las montañas de granos negros. Vistas desde el aire, claro, porque pie a tierra los granos se convierten en grandes escombreras de carbón que engordaron en los últimos años con los restos del mineral que se descargaba desde los cielos abiertos. Menudo panorama, ¿verdad?, montañas salpicadas de granos negros y de mordiscos.
En Torre, las escombreras afectaron en más de una ocasión a los acuíferos. El escombro del mineral se depositó durante un siglo en laderas donde en otro tiempo pastaba el ganado; Llamas, les llaman en la lengua leonesa a los prados de agua.
Y eso, por mucho que se retire el escombro para tapar los cielos abiertos —y es como si el carbón volviera al vientre de la tierra del que lo sacaron— y por mucho que se plante para que vuelvan a crecer las encinas y los robles y los helechos y el pasto, eso, repito, es irrecuperable.
La mina ha dejado estructuras industriales que merecen conservarse. Lo están haciendo en Fabero con el Pozo Viejo y el Pozo Julia. A ver qué pasa con La Recuelga. Y lo deberían hacer también el Bierzo Alto y Brañuelas con el lavadero de Salgueiro o el castillete de Malabá.
Pero nadie echará de menos las escombreras y los cielos abiertos, aunque impresionen los acantilados que las máquinas y la dinamita escarbaron en lugares como Santa Cruz de Montes. Los arroyos, contaminados por el mineral y por los metales pesados procedentes de minas de interior sin restaurar como ocurre con el río Tremor, también notarán la mejora.
Son heridas abiertas en el medio natural que tienen que cicatrizar ahora porque los empresarios no se molestaron en restaurar en su día. Y quizá así se consiga que más peregrinos entren en el Bierzo por el Camino de Manzanal, más personas que no verán las mordeduras ni los vómitos de escombro de los cielos abiertos y las viejas minas de interior.