Mentiras y sexo
La semana pasada, cinco mujeres vinculadas al movimiento okupa presentaron una querella en los juzgados de Barcelona contra un policía nacional con el que mantuvieron relaciones sexuales y afectivas mientras estuvo supuestamente infiltrado en los movimientos sociales y anarquistas de la capital catalana entre los años 2020 y 2022. Las mujeres desconocían la verdadera identidad del agente, que se introdujo en el movimiento con una identidad falsa. La investigación judicial aclarará si hubo proporcionalidad o extralimitación policial en los métodos. Lo que es intolerable es que se utilice y se engañe a las mujeres, una vez más, para mantener relaciones sexuales y conseguir información. ¿Hubieran accedido estas mujeres de conocer su verdadera identidad?
Asistimos a un debate público sobre lo que es o no consentimiento, una controversia puesta sobre la mesa por la Ley de garantía de la libertad sexual, conocida como ‘solo sí es sí’. Consentir implica tomar una decisión consciente y libre de engaños. Hasta en el derecho canónico se considera nulo un matrimonio «por falta del consentimiento matrimonial, por el error acerca de la persona con la que se contrae matrimonio, por el engaño provocado para obtener el consentimiento acerca de la cualidad del otro contrayente, por contraer matrimonio bajo la condición de futuro y por la violencia o miedo grave proveniente de una causa externa».
En la cultura machista se tolera y se aplaude al hombre que consigue, con engaños, acostarse con muchas mujeres. He sentido vergüenza e indignación al ver que en un programa de una televisión privada, en horario prime time, el periodista Juan del Val decía que «para tener relaciones una de las cosas fundamentales que hay que hacer es mentir, por tanto es lógico lo que hace», refiriéndose al policía infiltrado. Comentario aplaudido por los que estaban en la mesa.
Hacen faltas más leyes como las del ‘solo sí es sí’ —superados los fallos iniciales sobre las condenas— para concienciar a toda una generación pasada, presente y futura de que engañar a las mujeres para mantener relaciones sexuales es ABOMINABLE, y aunque no está tipificado como delito en el código penal, todo se andará. Es una vergüenza que haya personas con un pensamiento cavernario que suma a los méritos personales el número de polvos logrados con engaños.
Esta mentalidad del embuste para ‘comerse una rosca’ se ha reflejado con humor —y maldita la gracia que hace— en el cine español y está en la línea de aceptación similar a los tristemente aceptados hace unos años ‘mi marido me pega lo normal’, ‘la maté porque era mía’ o ‘quien bien te quiere te hará llorar’. Un fraude.