Diario de León

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Han decidido en la Junta destinar una porrada de dinero europeo para «crear pastizales» en prácticamente toda la montaña leonesa para dedicarlos a la ganadería extensiva; y seis colectivos ecologistas de respetable criterio han replicado al unísono creyéndolo una barbaridad al tratar de lograr nuevas zonas de pasto «triturando formaciones arbustivas de montaña», o sea, segando lo que el ingeniero llama «monte bajo», el lugareño «matorral» y el tontolaba «maleza», cuando bien se sabe que sólo es «bueneza», el primer intento de la naturaleza por recuperar la cara forestal y arbolada que tuvo en origen esta montaña y que ha ido perdiendo a lo largo del tiempo por el hacha voraz, el arado roturador y sobre todo por los incendios intencionados que fueron «clareando» el monte y permitiendo, por ejemplo, que sólo en Babia se quedaran sin bosques hasta aflorar la roca madre en tantísimas laderas para que pudieran pastar desde tiempos de La Mesta hasta el siglo XIX más de doscientas mil merinas de las haciendas extremeñas señoriales o monacales (que a la cumbre babiana más señera la llamaran Peña Ubiña -peña ovina- habla del imperio ovejero que llenó de esquilas sus aires). Entonces se les decía a sus puertos «veranias» por la estancia veraniega de los rebaños trashumantes, veranias que la eficaz economía gramatical del pueblo dejó en brañas («cuando voy pa la braña no tengo pena, porque llevo patacas para la cena», «cuando voy pa la braña voy que me mato, porque llevo zapatos de economato»).

Y quieren meter mano al medio con nuevo pastizal justo cuando Naciones Unidas ha declarado a la montaña leonesa  sistema importante del patrimonio agrícola mundial  por preservar su tradición agraria, silvícola y pastoril. Además sobra pastizal en tantísimos puertos que hoy no aprovecha ningún ganado degenerando su riqueza herbácea, así que a Peláez le suena este plan de la Junta como aquel otro del polígono de Vidanes donde pilló subvención una «fábrica de hierba» cultivada en bandejas hidropónicas.

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