Catalina, lugar de lugares
Hablemos hoy de Catalina, la esposa de Cervantes. Todo un flechazo, con algo de componenda inicial. Pese a ello, cierto cervantismo misógino dedujo que ella no supo hacerle feliz en los 31 años de matrimonio. Por fortuna, biógrafos ecuánimes nos invitan a otra conclusión. Desde hace unos años, me llega de Esquivias, patria chica de Catalina, una invitación para asistir en diciembre a la recreación teatral de sus desposorios. Nunca se han dado las circunstancias propicias para ir, y lo siento. Quiero a Esquivias, sin haber estado. Los esquivianos creen que es el lugar de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse. Y es que Lugar es la manera en que aparece referido en los documentos de la época. De ser así, la primera línea del Quijote incluye un guiño de amor. Todo esto queda muy bien argumentado en un libro que me llega desde allí: Catalina. Fuente de inspiración de Cervantes (Punto Rojo), de Sabino de Diego. Una defensa literaturizada y documentada acerca de esta gran mujer, a quien con prejuicios se la llegado a culpar de que Cervantes estuviese 20 años sin publicar, enfrascado en ganarse el pan con tareas alejadas de la pluma. De Diego mantiene que hubo amor, y también uno lo cree. Con sus cosillas, claro. Catalina, sombra dorada y luz propia. Cuando se casaron ella tenía 19 años y él 37. Sin duda, su esposa contribuyó a que el humor cervantino cristalizase, pues antes fue humor conyugal. Gracias, por esta justa reivindicación de la musa doméstica. A ver si este 15 de diciembre, por fin…
También me llega un bello texto, El deseado encuentro, del abulense José Antonio Hernández de la Moya, en el que recrea su encuentro con el escritor alcalaíno. Lo ha escrito con agua y cristal, una delicia. Sabino y José están hermanados a través de la Esquivias. Y este juglar de columnas lo está también con ellos, a través de nuestro admirado cervantista Krzysztof Sliwa Polonia es otro lugar al que quiero sin haber estado.
A esta esquiviana le debemos la publicación póstuma del Persiles. Fue la causante -intuyo- de la mejor risa de Miguel, juntos o en la distancia. Quizá, sin su mujer y su respaldo no hubiéramos tenido el Quijote. Ella era la inspiración y su lugar de lugares. Gracias, Catalina.