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Es una de las grandes lacras que afectan a nuestros recursos naturales, los incendios forestales, que cada año calcinan miles de hectáreas mermando así nuestras biodiversidad y condenando a la degradación a gran parte de nuestros bosques, pastos o zonas rurales.

Esta semana se ha celebrado en la Audiencia de León el juicio por uno de los incendios más graves que han azotado la provincia, y que en 2017 lideró la lista de los peores a nivel nacional. En agosto de ese año calcino casi diez mil hectáreas en La Cabrera, dos mil de ellas de zona protegida, desde el coto de caza de Losadilla como origen del incendio.

En el banquillo de los acusados, un hombre natural de ese pequeño pueblo, pero residente en Madrid, cazador, fumador, y que ya había sido investigado por un incendio provocado años antes en el coto de caza de Forna. Contra él ni una sola prueba de cargo y una cantidad enorme de indicios que llevaron a la Fiscal a la conclusión de que «él y solo él tuvo que ser el autor porque no pudo ser otra persona». Como actores secundarios en esta película de terror, o quizás principales, un reducido grupo de vecinos, algunos de ellos familiares del acusado, a los que la Guardia Civil tuvo que pinchar los teléfonos durante la investigación, ya que como se suele decir, no decían la verdad ni al médico. Todos mintieron en sus primeras declaraciones a la Guardia Civil. No les pareció importante contar que vieron al acusado bajar por el camino que conduce al punto donde se originó el fuego 15 minutos antes de que comenzaran las llamas. ¿Solidaridad? ¿Caridad cristiana? o tal vez gratitud por hacer el trabajo sucio y limpiar el monte para poder acceder al coto, abrirlo y que surjan esos deseados brotes verdes con los que atraer a nuevas piezas de caza.

La verdad es que no me gustaría estar en el pellejo de sus señorías que ahora tienen que dictar sentencia sin una solo prueba en la mano por con muchas certezas en su cabeza. Si se aplica estrictamente la ley seguiremos a merced de esa cultura del fuego, mucho más difícil de extinguir que el peor de los incendios. Si se dicta una sentencia condenatoria se podrá acabar con esa sensación de impunidad con la que León nunca se librará de encabezar la negra lista de siniestralidad forestal de todo el país. La lucha contra el fuego salta a los juzgados.