Diario de León

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A lo tonto está a la vuelta de la esquina la primavera. A algunos el invierno se les hace largo y otros encontramos en el frío un punto hasta acogedor. Y en nada nos saludará un nuevo verano y otro comienzo de curso. Ya saben, los días son largos, pero los años son cortos y así se nos pasa la vida sin apenas enterarnos y a veces cuando abrimos los ojos de verdad nos damos cuenta de que nos hemos embelesado demasiado atolondrados en la falsa placidez diaria.

A medida que se acerca la nueva estación no brota sólo la naturaleza, sino también los nuevos planes. Para algunos es hora de elegir qué harán el curso que viene. Así dicho parece una cosa banal, sin apenas trascendencia. Pero no lo es. Las decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida marcan el camino y también los frutos que iremos recogiendo. Por pequeños que parezcan, todos los pasos que vamos tomando tienen una dirección. Para quienes están en Bachillerato o las puertas de dar el carpetazo al colegio o al instituto se avecina un momento delicado. La pregunta que tendrán que responder, en resumidas cuentas, se las trae. ¿A qué quieres dedicarte (en principio) el resto de tu vida?. Y, cuidado, que no es lo mismo que cuando nos preguntaban de pequeños que qué queríamos ser de mayores porque la respuesta no es tan sencilla como cantante o sirena de mar.

Se trata de una cuestión de peso para ser planteada a ciertas edades algo tempranas. Sobre todo porque uno no sabe la respuesta muchas veces ni en la más tardía adultez. Lo que pasa es que como ha sido así desde hace demasiado tiempo, no nos cuestionamos que el asunto es de frenopático. No sabemos muchas veces lo que queremos hacer con nuestra vida en muchos momentos de ella, como para saber antes de los veinte a qué queremos dedicarnos. Y habrá gente que lo tenga claro, por supuesto, pero no es la mayoría.

Es una muestra más de lo obsoleto que es el sistema educativo en España. No sólo por eso, sino también porque presumimos de modernos cuando tenemos planes caducados que atufan a rancio en la educación y quienes tienen que hacer algo no mueven un dedo. Todo de boquilla.

Lo que nos jugamos no es ninguna gilipollez. Luego nos quejamos de hartazgo y de desilusión mientras nos empeñamos en que los jóvenes decidan de una vez y si es posible sin dudar, qué quieren ser de mayores.

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