Diario de León

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Todo hecho admite interpretaciones, tantas como personas implicadas. Voy a contarles mi interpretación de la aventura urbana que viví el pasado viernes, hacia las 9,30 de la mañana, al subirme en Padre Isla al autobús que lleva al Hospital. A las 10 estaba citado para revisión del ojo operado de una catarata. No llegaba tarde, pero iba con el tiempo justo. Al ir a pagar con un billete de 20 euros el conductor me espetó que si no tenía suelto o un billete menor debía bajarme. Le expliqué que en media hora tenía mi consulta, pero insistió. Me negué a bajar. No pretendía pagar con criptomonedas. Le propuse llevarle luego el importe a su dependencia. «Confíe, soy persona conocida», dije. Me espetó: «En esta ciudad no conozco a nadie». Le advertí: «Pues aquí me quedo». No quería ni debía perder mi cita médica. Y me indigno tan deshumanizada interpretación de reglamento, conmigo o con cualquiera. La ley no puede ser más importante que su espíritu. Seguíamos parados. Entonces, desde el fondo del autobús, una voz de mujer: «Yo se lo pago». Alma generosa, pensé. Pero tras hacerlo me trató con la superioridad del que está salvando a un pícaro. «Si va al Hospital, cambio allí y se lo devuelvo», propuse. Siguió desde el asiento con su reproche. Y clamé: «¡¡Basta ya!! Solo soy alguien con un billete de 20 euros y una cita en el Hospital, en media hora». A veces, has de elevar tu voz, aunque no seas un broncas.

Cuando mi socorrista se disponía a bajar en su parada, antes del Hospital, me incorporé y le dije: «¡Gracias!». Me espetó cortante: «Dele las gracias a Dios». No me sonó muy religioso. ¿Volvería en la misma situación a plantarme? Dependería de mi destino y de cuál fuese la urgencia. Ya en casa, pensé que otra solución hubiese sido renunciar al cambio. No caí. ¿Se me habría aceptado esto?

Ni el conductor ni la viajera sabían si iba por tema mayor o menor al Hospital. Para ellos solo era alguien que quería incumplir el reglamento. Pronto, la inteligencia artificial conducirá los autobuses y esta me habría bajado con una descarga eléctrica, pues no es humana. Nosotros aún lo somos, o deberíamos serlo. ¿Nos autoconducimos a la deshumanización? Que paren este mundo, me quiero bajar

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