Diario de León

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El cojo de la bandurria les dijo al pie del untamiento (y aquí, más o menos, se transcribe): Muchachos, mucha ansiedad identitaria rebuscando en arcón carcomío ropón apolillao para vestiros con manto real y resucitar reinos o inventar tradicones populares, y coláis en el cartel de carnavales una sardina tiesa señoreando como seña propia de estas fechas del disfraz (pero no de transgresión, que es lo que empezó siendo Carnaval) e ignorando que nada tiene de leonesa la que decís «tradición» de enterrarla poniendo duelo final al despendole. Que sepáis que ese entierro lo inventaron unos estudiantes de Murcia en 1851, anteayer a efectos etnológicos; montaron un cortejo bufo de encapuchados con hachones y quemaron su féretro; y que el festejo siempre se redujo a la región murciana, aunque ya avanzado el siglo XX, lentamente, fue copiado en algunas ciudades, aunque esta de León con enterrar a Genarín ya se sobraba de sepelios grotescos y caricatos. Y conste en acta que como símbolo vale poco o nada enterrar una sardina justo al comenzar la Cuaresma y, por tanto, su imperio en la dieta, dieta que hasta la Pascua prohibe todo tipo de carne. Así pues hoy, miércoles de Ceniza, lo que hacía la sardina era resucitar y no enterrarse junto al bacalao, el chicharro de tino, el arenque ahumao, el congrio y toda suerte de pescados que llegaban al mercado reinando por cuarenta días en los platos de la católica España que también encontró trampa pícara a la prohibición canónica comprando unas bulas que la autoridad eclesiástica mercaba. Por eso el cojo de la bandurria sugirió que más procedente que enterrar a la sardina sería enterrar al gocho, cuya carne fresca, curada o embutida no podría ser comida hasta Pacua, fecha en la que podría celebrarse aquí el Resurrección del Marrano restableciendo su reinado e inventando otra costumbre que pasado mañana llamaremos tradición. Eso, y hacer lo que los monjes portugueses de Alcobaça, que en Cuaresma arrojaban el cerdo al río, después lo pescaban, resultando así ser pescado y, como tal, libre de prohibición cuaresmal.

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