El silencio de Laciana
A Javier Cendón le dimite la agrupación de Laciana y no tiene nada que decir. Y, como el que calla otorga, el silencio no es más que la demostración de que esta es una historia de cobardes. Todos lo son. El primero es Miguel Maestro, que se escuda en una nota de prensa para no salir a pecho descubierto y contar lo que se calla sobre el que finalmente hará perder al PSOE los votos que aún le puedan quedar en Villablino. Lo mejor para el partido no es lo mejor para los que mandan en el partido.
Lo mejor para el partido es defender a los ciudadanos que llevan atenazados por el miedo durante los últimos siete años. Lo mejor para el partido sería poner recambio a un alcalde que ha hecho todo en detrimento de los habitantes de una de las comarcas más desoladas de la provincia. Eso es lo mejor para el partido. Lo peor para el partido es esconderse y esperar a que escampe. «¡Que se estrelle!» susurran todos mientras se arriesgan a perder la Diputación.
El segundo es Javier Alfonso, que ni siquiera es capaz de hacer una declaración sobre lo que ha ocurrido dejando claro que da por sentado que se encuentra en una situación de indefensión para su puesto de salida al Congreso. Es peligroso estar en guerra cuatro meses antes de las elecciones pero es peor aún no tener la capacidad de enfrentarte a un grupo cuya única directiva ha sido su propio interés.
La oposición —toda— de Villablino es el tercer protagonista de toda esta historia de inanes y con eso juega el candidato, consciente de que la mayoría de ellos ni siquiera sabe o se preocupa de leer los documentos municipales. El último, el del vodevil de Turespaña, un cambalache en el que unos guardaron papeles en un cajón —una práctica muy común en Laciana— para trepar mientras otros callaban, no se sabe si por desidia o por incompetencia. Por último, están todos los vecinos que ven, miran y callan, como los tres monos sabios de Japón, ya saben, no ver el mal, no decir el mal y no escuchar el mal que, al final, es la manera de que el mal venza.