Diario de León

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Esta semana he vuelto a ver La naranja mecánica (A clockwork Orange) producida y dirigida por Stanley Kubrick en 1971, una adaptación de la novela escrita por Anthony Burgess en 1962. Me preparé y decidí hacer una revisión de este film que en su día me provocó tanto rechazo por la violencia explícita que mostraba. La polémica cinta relata la delincuencia ejercida por un grupo de jóvenes, capitaneados por Alex DeLarge (Malcolm McDowell), que dan alas a sus instintos más salvajes en una sociedad distópica con escenas que Kubrick eleva al clímax con las sinfonías de Beethoven. Es habitual que Kubrick recurra a la música clásica en sus escenas de impacto. Ya lo hizo en 2001. Odisea en el espacio en el año 1968 con el Danubio Azul de Johann Strauss.

Kubrick recibió todas las críticas. Lo acusaron de inducir a los jóvenes a la violencia. Por curiosidad he buscado en la hemeroteca del  Diario de León . Francisco Calleja informaba de las proyecciones en los cines leoneses el 28 de noviembre de 1973. Mencionaba la de Kubrick «que tardaremos de ver aquí» apostillaba, y afirmaba que «es una película dura que restalla en la conciencia del espectador». Dos años después, Calleja, enviado especial del  Diario de León  al Festival de Cine de Valladolid Seminci, donde se proyectó por primera vez en España el 24 de abril de 1975, relataba las largas colas y entradas agotadas para ver una cinta prohibida por el franquismo y la definió como «caústica y violenta», de «gran calidad y un perfecto montaje al compás de la música de Beethoven».

«Cáustica», que quema y destruye. Así recordaba yo la violencia de la película tanto por el grupo de jóvenes como por el sector menos cuestionado del film, en un contraste de hombres bien vestidos y mujeres desnudas. Hasta esta semana que la he vuelto a ver.

En esta revisión no he sentido el impacto que recuerdo de entonces, no encontré una sola imagen dura más allá de las sugeridas o imaginadas. Me sorprendí no volviendo la cabeza ni tapándome los ojos, como hice la primera vez que la vi. Mi manera de ver ahora ha cambiado con los años, la sociedad ha cambiado desde 1971 tanto que nos hemos acostumbrado a convivir con imágenes, personas y situaciones tan violentas que los fotogramas de Kubrick resultan ahora poco crueles comparadas con los efectos especiales con los que compiten los directores actuales, con las imágenes reales de las guerras, saltos de vallas, cayucos en el mar y masacres de todo tipo con los que nos desayunamos cada día. Los magistrales movimientos de cámaras de Kubrick evitan al telespectador el horror por el que ya no se escandaliza.

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