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A estas alturas de transición justa, ya hay más nodos de agua hidrogenada que puertos secos en 2002. Por si el frío no deja florecer la analogía, aún no le han logrado poner un sello al proyecto de Torneros. El hidrógeno es el bálsamo de fierabrás del europeísmo decadente, que escapa de la pifia tras ponerle el brinquillo a los vehículos a motor y en el hemiciclo de los señores eurodiputados resuena en bucle la sorna de Putin, y su risueño discurso sobre con qué pensaban calentarse el culo los alemanes, los europeos, por ende. El hidrógeno no era nada popular, más allá de llevar el dorsal 1 en la tabla periódica, hasta que los políticos comenzaron a decir hidrógeno; primero de uno en uno, luego a coro; diga hidrógeno, vocee hidrógeno, como el niño que gritó puta. Tan cerca de las elecciones, tan cerca del precipicio, en cada rincón con esquina rota de España, sobre todo en la arruinada España del oeste, se encarga ahora un plano para levantar una planta. El hidrógeno es el elemento más sencillo del universo conocido, el más extendido. Pero no se halla en estado noble. Así que hay que producirlo. Basta con quemar carbón, gas o petróleo; pero eso pondría a hiperventilar a Teresa Ribera y a Ursula Von der Leyen; así que los ingenieros que patentaron los electrolizadores están de suerte con esta terminación eco de la Europa apijotada. El modelo, caro como un hijo tonto, se basa en la electrólisis; que fundes electricidad con agua, y voilá. No hace falta analizar la entelequia; como cuando vuela el avión, o hay cobertura 5G en el Xaomi. La carga ideológica, la fiscal, llega cuando se distingue la fuente de la producción energética para producirlo; verde, si es energía sostenible en el ideario rojo berlinés; de ahí el escenario apocalíptico de placas solares y de molinillos que se cierne sobre León. Otra cosa es el agua. Por eso no se puede hacer en un desierto, a no ser que se acepte Esla como oasis de compañía. Y está el hidrógeno rosa, que procede de la energía nuclear. A Macrom le entró la risa cuando Sánchez dijo no se qué del hidroducto para inundar Europa de hidrógeno verde hispano. Jajajá, ríe Emmanuel. Así, pobres leoneses, en vez de mirar a La Robla, miramos al Bernesga bajo, que ya se ve la hidrogenera en medio del sembrado de Torneros.