Diario de León

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Quien entiende la oscuridad ya no se molesta en leer novelas, escribe la narradora escocesa Ali Smith en Hotel World , una descarnada historia sobre cinco mujeres; cuatro están vivas, tres son forasteras, dos son hermanas, una está muerta. Y todas han pasado alguna vez por el hotel.

Eso dice al menos la contracubierta de del libro escrito hace más de veinte años y publicado en España por Alfaguara.

Las novelas, piensa una de esas mujeres que entrecruzan sus vidas en Hotel World (Hotel Mundo) dicen demasiado. Arrastran historias tras ellas como si uno se atase latas viejas a los tobillos y después intentase caminar. Eso dice el personaje de Else, una mujer que vive en la calle, que tose a todas horas porque está enferma. Y suena esta tos como tuviera cristales rotos en los pulmones.

La historia que arrastra Else, abusada de niña, marginada, sola, pesa tanto como si en lugar de latas viejas tuviera atados a los tobillos algo más hondo. Con más densidad. No necesita leer nada.

Else tiene el forro de su abrigo lleno de monedas de diez peniques después de mendigar toda la tarde. También se ha quedado con el dinero que, en la acera de enfrente, le han dado a una jovencita que aguardaba sentada a la puerta del hotel, con la capucha de la sudadera puesta, derrotada, como si también fuera una vagabunda. La gente, piensa Else, siempre es más generosa con una adolescente.

Quien comprende la negrura ya no dedica tiempo a leer novelas. Le basta con vivir. Y Else, que tose todo el rato, y escupe esputos en el baño del hotel cuando decide pasar la noche a cubierto, ha vivido cuesta abajo. Su pecho, diría Mestre, es un manojo de llaves que chocan, un montón de cristales hechos añicos.

Por eso Else —que sigue tosiendo mientras se da un baño caliente, que tose más fuerte, y vaya lo que duele, mientras mira por la ventana del Hotel World cómo la lluvia moja las mantas y las bolsas que ha dejado en la calle, junto al escaparate de una tienda de moquetas— se deja ir. La noche se adueña de la calle y nota cómo le late la sangre, cómo la sangre se mueve dentro de sus ojos y la luz se encuentra con la oscuridad. Es entonces cuando sus párpados se abren y se cierran, como el obturador de una cámara, antes de toser por última vez.

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