No digas raro
Decir raro es no decir nada. Raro es una de las palabras más falsas que existen. No tiene significado más allá de la pereza humana por definir la realidad. Raro es una descripción blandengue, que invita a pasar página, como si quien tratara de describir el fenómeno, la cosa o a una determinada persona tuviera poca capacidad o una imaginación llena de líneas paralelas para aprehender el sentido de lo que quiere decir.
Y es que raro es todo lo contrario a querer decir. En realidad, decir raro es no querer decir gran cosa más allá de pasar el trance de la interpelación que te hace la realidad.
La lógica desaparece cuando en casa entra una enfermedad rara. Tiene una enfermedad rara. ¿Rara? ¿Cuál? Aún no sabemos, por eso es rara. El mundo, de repente, se te antoja como uno de los cuentos de Borges, uno de esos en los que alguien te lanza a un laberinto —o eres tú el que cruza una biblioteca— para que olvides quién eres y todo lo que hiciste antes de ser exiliado en ese mundo raro. El mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente ... decía en Las ruinas circulares. A medio hacer... una enfermedad rara, dicen, como la vida, me preguntaba yo cada segundo de cada minuto de cada día que no eran capaces de ponerle nombre a lo que te pasaba. Es tan raro, fue tan raro verte cada día sin saber si eras tú o sí, como le pasaba a Homero en el otro cuento de Borges, te habías olvidado de que tenías que regresar a Ítaca.
Era demasiado raro estar en el hospital y pensar que todo lo raro que pudiera pasarte te podría pasar, que cualquier nombre horrible sería mejor que la palabra extraña, el gesto de perplejidad, la explicación cuajada de incertidumbre en la que tanto tiempo estuvimos.
Es demasiado cobarde llamar raro a lo que ocurre cuando algo raro comienza a masticar y desechar el cuerpo de alguien que quieres. Los poetas deberían entrar en las consultas de medicina interna y de neurología, en las de oncología, para dar nombre a la oscuridad que te engulle cuando la única palabra a la que te puedes agarrar es raro.