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AZapata le debe el ideario del campesino más que Shakira a Bizarrap. Pero los ecos del grito del mejicano, que enarboló la reclamación de la tierra para quien la trabaja, se ahogan más de un siglo después en la estructura de un sector primario montado para los grandes productores, parasitado por los intermediarios y explotado por la industria. El sistema no deja espacio para el pequeño campesino, ni hueco en el que encajar al ganadero tradicional. Condenados a sobrevivir en las márgenes, asediados por plagas, inclemencias meteorológicas, ministros y consejeros de Agricultura, los irreductibles que apuestan por aferrarse a la tierra se preparan para apechar con un nuevo depredador. No se trata de una sequía. Ni se debe a un nuevo mosquito al que le dé por enterrar sus larvas en las raíces de las plantas para pudrirlas por dentro. El daño ahora se esconde en el satélite: el instrumento con el que los cosmopaletos de la burocracia quieren argumentar la reducción de pastos, traducida en una merma de las ayudas de la PAC, para ahuyentar a los últimos supervivientes de la ganadería extensiva que aún se acantonan en las montañas de la provincia leonesa.

La apelación a la vieja del visillo con mando a distancia intenta excluir entre otros los pastos que consideran en pendiente. No les interesa el pastoreo tradicional que saca a diente de estas laderas su alimento, ni los beneficios de la limpieza que hacen los animales del combustible vegetal que amenaza con incendiar los montes, ni la supervivencia de un modo de vida con el que luego se hinchan el pecho al hablar de biodiversidad, de desarrollo sostenible y de la preocupación por la España vacilada. No. Su objetivo se esconde en el reverso del lema de la última campaña del ministerio: «Lo que pasa en el campo no se queda en el campo». Ahí se les escapó la intención del Gobierno, secundada por la Junta e ideada desde Europa, por consagrar un modelo en el que el territorio rural tiene mayor rentabilidad despoblado. En este mecanismo, el sector primario ve cómo su valor añadido se va fuera, como pasa con los aprovechamientos forestales y los pantanos. La PAC, que sustentó el suicidio del sector lechero de esta provincia, marca qué se debe producir, al rebufo de los precios de la lonja de Chicago y los intereses de los países más fuertes. No entra en el juego la ganadería extensiva. Ahora que íbamos a dejarlo todo pa prao nos dicen que tampoco vale.