Ese pulpo cazurro
Quequé, comunicador con humor, es de Salamanca y la armó en su día discutiéndole al Broncano el origen del «polbo a feira» que él situaba en su tierra charra relacionándolo con la arriería maragata que por la Ruta de la Plata bajaba al sur extremeño pescados desecados como el congrio, bacalao o pulpo y subiendo de vuelta dos protagonistas necesarios en la elaboración del popular «pulpo a la gallega» como se acabó llamando finalmente el «pulpo a feira» maragato cuando a la postre, más tarde que pronto, se hizo popular en Galicia (aunque con pulpo fresco; y eso es un imbatible superavit) añadiéndole de guarnición unas patacas cocidas. Y dicen que se apellidaba «a feira» por detenerse el arriero en las ferias de estos reinos donde acudían a mercar y en las que, al parecer, se consumía ese barato pulpo tasajo rehidratándolo al cocerlo y sazonándolo con lo que también llevaban en sus carros, aceitorro mal refinado (que por aquí, sobrando sebo, manteca de gocho y mantequilla, era todo un escaso lujo caro) y el insuperable pimentón de La Vera cacereña (la sal, de Cabezón, gaditana o vete a saber). Sin embargo, el pulpo seco que se consumía en estos pueblos maragatos hasta hace no tanto (quizá alguna gente siga haciéndolo) consistía solamente en ilustrar un potaje de patatas viudas con uno o dos brazos del bicho seco y fibroso para sustanciar el guisote y no consumirlo entero, que sería un fasto para la estrecha economía de esos tiempos. Poco a poco, Adonina.
Y tras comentarme Álvaro Cunqueiro una vez en este Hostial que nunca antes de la Guerra Civil se conoció la queimada en Galicia, me apoyé en su sabio aserto y articulé también la teoría que nidiós logra rebatirme de que no pudo inventarla un gallego y fue ocurrencia de algún leonés o berciano en el frente de Teruel durante aquel invierno infernal de la contienda incivil en diciembre de 1937. Así que puede entenderse que muy mal llevará el nacionalero galego que esos dos emblemas de su tierra, el pulpo y la queimada, salieran del cacumen cazurro. Cosas veredes, amigo Pepiño.