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Aunque no tiene la suerte de estar abrazado por ninguna de las siete reservas que tenemos en la provincia, la impresionante sede de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia acogió ayer a una representación de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera de Montaña, cuya secretaría ha recaído en la reserva leonesa de Omaña y Luna, que ejerce estos días de perfecta anfitriona para los expertos de todos los sectores implicados en la gestión de estos espacios.

En total son 474 las reservas de la biosfera del mundo que están en un territorio de montaña, de las 610 que hay declaradas en total, una singularidad que han querido utilizar para crear una red mundial en la que se compartan experiencias y se pongan en común todos esos problemas que sufren estos territorios por su situación geográfica. Hasta el momento la red suma 40 reservas, y vamos creciendo, siete de ellas, todas las que tenemos, de León, las que en su día iban a dar forma a esa Gran Cantábrica —una única reserva que aglutinaría a las siete que hay repartidas por la cordillera y que se uniría con Asturias—, que según el responsable del Organismo Autónomo de Parques Nacionales, ayer presente, Paco Cantos, «ha quedado descartada por esa petición expresa de los territorios de conservar su singularidad y su nombre original».

A lo que no se ha renunciado es a buscar sinergias y a equilibrar los recursos de unas y otras para conseguir que esas reservas tiren del carro de unos territorios que en general están sumidos en un abismo poblacional y en una ausencia de servicios básicos que les impide avanzar en un futuro cada vez más globalizado. Dar visibilidad a esos problemas y poner en marcha actuaciones que reviertan esa situación son los puntos de partida de esta red que ha tomado impulso desde León.

No será fácil, pero tampoco imposible. Las bases están sentadas y el trabajo ha comenzado en esa especie de «laboratorio» de ideas que son las reservas, que han decido que lo más importante es implicar a toda la sociedad, tanto la que vive en estos espacios como la que no, en la gestión de unos recursos que son de todos, y de los que nos beneficiamos todos. Es el momento de arrimar el hombro.

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