Diario de León

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Anda en noticia el palacio de Avellaneda en la burgalesa Peñaranda de Duero porque lo están convirtiendo en hotel de postín para abrirlo el próximo año y se me agitó la memoria por haberlo vivido por dentro en una jornada de privilegio en 1969 siendo novicio en la cercana Caleruega y veinte años después por haberle explorado mejor las tripas para escribir un carpetón de historia y láminas que valió de guía y tentación. Apabulla ese enorme palacio en lo que fue una pequeña aldea medieval que se hizo villa condal con castillazo arriba y plaza medieval abajo con su gótico y escalonado rollo justiciero. En muchos sentidos es ostentoso ese casón renacentista declarado monumento nacional en 1923, especialmente bello en claustro, artesonados o su Sala de Embajadores que será convertida en la suite principal con más metros que un piso.

Cedido por sus dueños en el siglo XIX, fue objeto de expolios y descarnamientos hasta convertirse en almacén de carros, bestias y serrería. En los años 50 se rehabilitó en buena parte para alojar en él una escuela de mandos de la Falange, pero acabó en residencia-internado para niñas bien de altos cargos o ministros del Régimen (allí vimos también a una hija del cineasta Sáenz de Heredia), mozas díscolas o libradas de malos entornos, como la que había sido violada por su padre, un internado firulí que se permitía el lujo de contratar a compañías de teatro para una sola representación; y como eran sólo 35 aquel año, nos invitaron a los frailucos para que hiciéramos bulto en su amplio salón de actos. Cúanto dispendio. Nos enseñaron todo el palacio, aunque más que sus bellezas a mí me quedó grabado el lujoso cuarto siempre dispuesto para la jefa nacional, Pilar Primo de Rivera (y su cariñito pucelano, Maria Teresa Íñigo de Toro), con su tocador enteramente de plata, algo que tiempo después volví a ver en el castillo de La Mota, que también fue escuela de mandos de la Sección Femenina hasta la muerte de Franco y por la que pasaron unas cuantas doñas falangistas de este León, prietas sus filas... y el corsé mental.

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