Diario de León

Alfonso García

Metafísica y Deporte

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El deporte suele ser diversión, pero también polémica y pasión. No sé si habrá un solo día del año en que falte uno de estos ingredientes. O los tres. Bueno, habría de añadirse ahora, y antes, el escándalo como contrapunto que pone mecha donde no falta pólvora. En este galimatías lo estrictamente deportivo pasa a un segundo plano. La polémica es siempre jugosa.

Con este panorama como fondo, se anuncia la intervención arbitral para explicar por megafonía alguna jugada especialmente dudosa o conflictiva en el desarrollo de un partido de fútbol. Se detiene y, micrófono en mano, la explicación y su determinación. ¿Se imaginan? Abucheos, insultos, pitadas al señor colegiado. O todo lo contrario. O división de opiniones. No cabe duda de que la educación o capacidad oratoria del protagonista tendrá mucho que ver, posiblemente con instantes para la reflexión de urgencia al ser «Espacio patrocinado por…» que seguramente hará encajar el listo de turno, de alguna manera. Con más o menos ingredientes el espacio explicativo arbitral podrá resultar interesante, más que por las explicaciones seguramente por las derivas que las propias circunstancias pondrán sobre las gradas. Y si no interesante, sí divertido.

Y es que los espacios deportivos empiezan a ser amparados por el forofismo confeso y los intríngulis de explicaciones de vericuetos técnicos incomprensibles, donde el espectador vio a un extremo que no rascó bola y el comentarista al mismo como una proeza de la inteligencia por su sentido del juego sin balón. Es un decir. Como las fichas que explican los movimientos tácticos y su ejecución técnica, siempre a posteriori, que viene a confirmar que el espectador de balonmano no se ha enterado del asunto. Nada digamos del tenis, con una terminología e interpretación para avezadísimos en estudios de alto standing, además en inglés, que, de lo contrario, no hay ninguna posibilidad de entendimiento ni aprendizaje.

Ironías o protestas aparte, en las canchas corren deportistas, no metafísicos ni héroes que interpretan y son reinterpretados. Según estos teóricos, o el espectador estudia metafísica —habrá de iniciarse una nueva rama— o lo tiene complicado. El deporte parece haber iniciado una rampa de claves en los umbrales de los misterios filosóficos que, si se desconocen, hacen perder el interés por algo tan sencillo, emotivo y bello como puede ser un partido. ¿Por qué está tan poco de moda la sencillez?

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