Diario de León

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Tratado universal de cómo fabricar de la nada una  griesca  entre mozos ociosos de distinta oriundez o calaña en noche de quedar, mamarse y no mojar. Mostrando cómo. Fase uno: copalante y verborrea incontinente; fase dos: exaltación del ombligo y a ver quién la tiene más larga; fase tres: evocación de las madres y ¡macagon tu cuna, tu estampa o tu pueblo!; fase cuatro: andá, bobo, quítallá, nomemires, empujón y a que te parto esa puta boca; fase cinco: zumben hosties en todes les direcciones; fase seis: llamada a la poli e insultos a la autoridad; y fase siete: a recocer la revancha vengativa y a la próxima te mato.

Viene al caso esta  regla de dos  tras conocer la noticia publicada ayer en este periódico en la que dos pandas, una vallisoletana y otra leonesa, se enzarzaron a mamporros violentos en un pub y en la calle Paloma, en el Wet Quarter que dice hoy el pijinglish y no  Barrio Húmedo . No especifica la noticia cuál fue el origen del tumulto, si orgullitos regionales, putas pucelas, putus cazurrus o a mi chica ni la mires, pues en estos trances cabe hasta la disculpa más chorra o no salpiques... pero sí que salieron a relucir puños americanos, ese fierro que se empuña para partir tabiques o mandíbulas; y eso quiere decir que ya iban o venían preparados a la quedada y con ganas escondidas a la espera de una mínima disculpa. Y que nadie acudió a urgencias o  casas de socorro  a restañar heridas o contusiones para eludir el parte de lesiones delictivas y comparer en cuartelillo.

Podría tomarse el suceso como síntoma alarmante de violencia creciente entre Valladolid y León. Pero nanainas, menos lobos; eso es tan viejo como las orillas del río. ¿No hacían lo mismo de antiguo y cada año los mozos babianos y lacianiegos sacudiéndose la pana en la romería de Carrasconte?... Mucho de esto de hoy crece o germina en gradas; recúerdese aquella enorme pintada de los 90 junto al Bernabeu:  Dios mío, qué hostias damos , firmando  Ultrasur, comando Gracita Morales . En fin, por mí, como si se matan, es el peaje del orgullo imbécil.

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