Diario de León

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Si el jefe te ignora, quítale importancia. Es lo que ha hecho Fernando Grande-Marslaka ante el ninguneo al que sometió Pedro Sánchez con el relevo de María Gámez al frente de la directora general de la Guardia Civil. El salto cualitativo de la imputación de su marido ante la inminencia de la campaña electoral de las municipales y autonómicas desencadenaba el nombramiento, aprobado este mismo martes por el Consejo de Ministros, de la ya ex delegada de Gobierno en Madrid, Mercedes González, sin que fuese una elección del titular del Interior.

Porque González asume el mando de la Benemérita como una recompensa de Sánchez tras haberla apartado de la carrera por la candidatura socialista a la alcaldía de Madrid. El salto de la esfera regional a la nacional de González ha sido una personalísima decisión del presidente, particularmente aconsejado por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, amigo de la nueva responsable del Instituto Armado. Porque la elección se ha hecho desde La Moncloa y ha sido prácticamente impuesto, pese a afectar de lleno a Grande-Marlaska. También a la titular de Defensa, Margarita Robles, pero ella puede darse largamente satisfecha al haber visto caer a Gámez, quien fuese hace ahora tres años impuesta de manera unilateral por el ministro del Interior. La venganza, descontado, se sirve en plato frío.

A partir de ahora, Robles promete quedar pendiente del desarrollo de la relación entre Grande-Marlaska y González. Una mujer de carácter, lenguaraz, dada al cuerpo a cuerpo, alejada de las medias tintas. Es el perfil de la directora general de la Guardia Civil. Las ha tenido tiesas tanto con la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como con el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida. En los círculos populares hablan de una elección polémica y aciertan. Convertirse en la responsable de la Benemérita requiere de mucha mano izquierda y, sobre todo, capacidad de pasar desapercibida. Mercedes González, sin embargo, representa un perfil claramente partidista, combativo y contundente.

Las malas lenguas del socialismo avisan que González está llamada a desatar los nervios de Marlaska. Conviene tenerlo en cuenta porque el problema lo puede tener, de ponerse bronca, el ministro del Interior. De hecho, la intención de Mercedes González ha sido en todo momento compaginar el mando de la Guardia Civil con su condición de secretaria general del PSOE en Madrid. Una mala señal.

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