El agua de León, según san Mateo
Entre evangelistas, nadie le pone pie encima a Mateo, que lo clava, cómo fue, cómo conviene contarlo, cómo encaja mejor entre la audiencia, sin deus ex machina ni pirueta que valga. Tenía que haber un Mateo, santo, suelto por ahí, para inmortalizar el milagro del agua, que es de todos, claro, al contrario que la Renault, en el paso de Pedrosa el Rey hasta las puertas de las medinas castellanas, más allá de la línea imaginaria que marcan las avutardas. Cómo José Valín (otro de los doce apóstoles de la chunta) hizo pescadores de hombres río arriba, y a los leoneses que dejaron sus redes y lo siguieron, en una analogía calcada de aquel paseo junto al lago de Galilea, cuando Cristo le echó el ojo a Pedro, y a su hermano Andrés, dispuestos a pescar en otra orilla. Hay que ser san Mateo para redondear una historia así sin lesionar la dignidad de quien lo lea. Agua de los fiordos de Riaño para el lago de Cafarnaúm, en corriente inversa a lo que sucedió con el mar Salado. El lago Tiberíades en medio de los cráteres que iban al rioseco de Villalón encumbra las obras completas del Evangelio, según Lucas, el otro, no el santo, y pone en un brete al organismo que se escribe CHD, conocido como confederación en el mundo de la pesca en mares muertos en manos de abogados de secano. El agua es vida y el adobe, miseria. De toda la vida del Señor. Con qué cara van a mandar sicarios en todo terreno sinaloense a afeitar leoneses por colocar una compuerta en los regueros saqueados, con las máquinas que dragaron el mar Rojo fuera del armario. Dan ganas de reír, si no fuera para llorar, con esa ristra de políticos falderos que no dijeron ni mu en tantos años; aunque fuera por sus hijos, o por los hijos de los demás, que por cada gota de agua pierden dos de sangre. No lo arregla ni el sin pan, o la vitola esa de la Unesco para variar el réquiem por el cordero degollado por el lobo suelto en el repertorio de los conciertos mitin de las próximas elecciones y distinguir la capacidad de los valles de cabecera de León para crear ecosistemas. Subrogados, incluso. Hubiera sido fascinante que Mateo describiera a Jesús entre pescadores, atribulados, por el Esla: Maestro, vimos truchas río abajo. Qué desastre. Piden el voto por el agua que llevan y la industria que traen.