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Un músico interpreta una marcha en una procesión. J. F. ZARDÓN

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Al balcón de San Marcelo se han asomado estos años muchos pregoneros. Insignes. Preclaros. Hijos de la  Semana de diez días  todos. Pero ninguno antes había conseguido que ponerse a los pies de los caballos se convirtiera en tal honor.

De entre los singulares personajes de la Semana Santa, A Javier Fernández Zardón apenas lo conoce nadie. A  Motorines , hasta el Altísimo. Incluso el gallo de San Isidoro se gira a su paso. El de Santa Nonia, el  Flagellatus  hace ya muchos que perdió la esperanza de recuperarlo para la causa de la cordura...

Y de los caballos vapor que le hicieron célebre en este bendito decano de la prensa leonesa, pasa hoy a los de Las Siete Palabras, para los que pregona ya pasado el Ángelus lo que está por venir.

Antes La Bienaventuranza funde el azul y el cielo con sus pasos en volandas. Después, La Despedida del Gran Poder se adelanta y se moderniza en nuevo recorrido. Sale María del Dulce Nombre, con el corazón verde y el pálpito femenino y la calle Ancha se vuelve avenida para estar a la altura de la mesa sin par que ofrece una Cena Sagrada, oronda y redonda. Como las ruedas del único paso que las saca a la calle antes del domingo final.

Se hace luz entre las tinieblas del oficio que el Santo Cristo del Desenclavo edita en Santa Marina. Y con anuncio previo de Laura Cordero, la medianoche svendrá bajo la luna de Nisán soñada: ¡Levantáos, hermanitos de León. Ahora y en la hora! Es dulce el nombre de la tradición.

El Día del Amor Fraterno es en realidad la víspera de la madre de todas las jornadas.