Diario de León

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Una iniciativa parlamentaria, a propuesta de Teruel Existe, busca que los bares de los pueblos con menos de 200 habitantes sean considerados economía social indispensable y, por tanto, sujetos a protección. No tengo pueblín, ni soy de bajar al de mi calle a echar la partida; pero me gusta que me den tapa y me agrada ver a un desconocido leyendo el periódico, aunque no sea a mí. En septiembre de 1985, en mi primer día en León entré a un bar y pedí un Trinaranjus, entonces, el camarero me espetó con retranca: “ Si crees que por beber eso vas a vivir más…”. Seguí su consejo y me pasé al butano. Pocos años después, a mi mujer la conocí en un pub llamado Plató, donde los viernes por la noche los periodistas íbamos a tertuliear. Cerró hace mucho, el amor no. De adolescente, un cuento de Hemingway consolidó mi vocación de escribir, transcurre en un bar y describe la conversación entre un viejo camarero y otro joven; este quiere cerrar y que el único cliente que queda se vaya, pero el viejo le argumenta que todos los solitarios necesitan Un lugar limpio y bien iluminado, es decir, un poco de conversación fuera de horario. En los bares, los mayores pueden volver a contar la misma anécdota, esa que ya no les dejan contar en casa; muchos van a olvidar que han sido olvidados, enseñan la foto de la nieta y echan una cabezada, añoran a quien fue su pareja, miran informativos en la televisión y piensan que esto terminará mal… Historias suyas, nos decimos y les decimos, aunque intuimos que es así.

Los bares pueden ser lugares alegres, sirven para gritar gol y poner la blanca doble, para sentar cátedra o para permanecer en silencio disfrutando del paisaje… en fin, no son solo cementerios de elefantes; en los pueblos, fijan población que propicia la actividad económica y favorecen el recambio generacional. Por supuesto, uno querría que en ellos además se sirviesen raciones de libros. Y de tapa, microrrelatos. Y ya puestos, que te canten zarzuela. Y con algo de magia.

Sí, todos necesitamos un bar en el que se nos llame por nuestro nombre. Ah, en este valle de lágrimas… ¿quién no anhela una sonrisa y algo de conversación amable? Porque la misma vieja historia de siempre no es la misma si es la tuya.

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