Ni contigo ni sin ti
«Ni contigo ni sin ti/ tienen mis males remedio/ contigo porque me matas/ y sin ti porque me muero». Machado puro versión Yolanda Díaz. Sumar con Podemos es suicidarse en la radicalidad y la ineficiencia. Sumar sin Podemos es dividir a la izquierda que está a la izquierda de la izquierda y restar votos al PSOE de Pedro Sánchez. Sumar es un «proyecto de país» sin proyecto. En todo lo que ha dicho Yolanda Díaz en su intervención en la moción de censura de Vox —hora y cinco minutos por gentileza de Sánchez, que vetó intervenir a las ministras de Podemos— y en el acto de presentación de Sumar, no hay ningún esbozo de programa. Todo son vaguedades y generalidades que podrían suscribir la mayor parte de los que no comparten sus ideas. «Sumar, ha dicho uno de sus fieles, es abrirse, vertebrar, organizar, cooperar». Pues muy bien.
Yolanda Díaz propone «una ambición transformadora que quiere empleos dignos y vidas dignas»; un país «que garantice y promueva los derechos humanos con una nueva mirada sobre las políticas migratorias»; replicar «los grandes acuerdos del diálogo social»; «mirar de frente a la desigualdad»; «poner a la gente en el centro y solventar las políticas cotidianas»; «un liderazgo compartido, con muchas singularidades, que le hable a una España plural en distintos idiomas, con distintos acentos, con muchos matices». De primero de EGB. Le criticó a Tamames que no presentaba un programa, pero ella esconde o no tiene el suyo. Yolanda Díaz dice que se siente «cerca de la libertad» y habla, sobre todo a las mujeres «que no somos de nadie», lo que ya es una obviedad y aspira a ser «la primera presidenta del Gobierno de España». Luego su rival —no su enemigo que esos son el PP y Pablo Iglesias— es Pedro Sánchez. Pero forma parte del Gobierno de Sánchez, no critica ninguna de sus políticas y tampoco tiene ninguna propuesta sobre educación, sanidad, justicia o vivienda. Tampoco critica ni reprueba los errores en la tramitación y aplicación de la ley del solo sí es sí y apoya las reformas del aborto y la ley trans y todas las que ha realizado el Gobierno del que forma parte. Dice que «hay que tapar los agujeros negros de la democracia», pero no dice cuáles ni cómo. Y, al igual que sus colegas de Podemos, dice que «las fórmulas jurídicas no me interesan demasiado». Mal precedente. «Si todo va bien, ha escrito Antonio Elorza, ¿para qué cambiar?, ¿para qué querer ser presidenta?».
Ella habla de liderazgo compartido pero Sumar está montado sobre el personalismo exclusivo de Yolanda Díaz. Repite el modelo de Pablo Iglesias, que fue quien la llevó al Gobierno y más tarde la hizo vicepresidenta. Prefiere las Constituciones de la República a la del 78. Dice que «hay que cambiar el modelo de ingresos públicos», pero no dice cómo. Habla de grandes pactos sociales, pero, tras los primeros envites, ya solo pacta con los sindicatos. Camufla las cifras del paro con los fijos descontinuos. No tiene estructura de partido, ni será fácil que la tenga para diciembre, y se apoya en quince formaciones diferentes que en unos casos van a ir a las municipales en coalición con Podemos y en otros se van a enfrentar a muerte. ¿Seguirá la bronca en el Gobierno con Montero y Belarra? ¿Quiénes son sus referentes para el cambio: Errejón, Alberto Garzón, Ada Colau, Compromís, las Mareas, casi todos fracasados? Y si éstos y Podemos son derrotados en las municipales, ¿qué hará ella? Yolanda Díaz es pura ambigüedad. Cuando no se sabe adónde se va, nunca se llega a ninguna parte.
Parafraseando una canción de Pepe Aguilar: «Salgo aquí para Sumar/ con Sánchez como testigo/ y te miento cuando digo/ que esta vez va de verdad». Ni contigo ni sin ti. Las urnas lo dirán, primero en mayo y luego en diciembre.