Nos incumbe
Un rey sin corona que vuelve a regatear con el Bribón. Una empresa constructora que huye a un paraíso fiscal. Una candidata del PP en la capital leonesa que va por sus fueros y le atan en corto en Valladolid, presidenta provincial mediante.
La semana, que debía haber sido tricolor, de recuerdo de un tiempo en el que se conquistaron derechos y la gente corriente probó por primera vez las mieles de la historia, se tiñó de histrionismo y vergüenza. Lo peor de todo es que no llueve y que, los trigos, que están ya reverdecidos empezarán a sufrir la sed y el verde se irá apagando. No así las luces de las ciudades que aumentan su resplandor (y nuestra huella de carbono) bajo la excusa del ahorro energético con bombillas led. No deja de asombrarme el derroche luminoso de la calle Carreras.
Una farola cada cuatro metros plantada en medio de la calzada, con sus mástiles metálicos, y los faros empotrados en cajoneras de granito que iluminarán la muralla. Nos ciegan. Confieso que cada vez me cuesta más escribir de esa realidad paralela que llaman política, que discurre como por un tubo desconectado de la sociedad, sin más vasos comunicantes que unas elecciones que libran su batalla en campañas mediáticas. Pero la política nos incumbe y nos afecta. Las decisiones que se tomen hoy marcarán nuestras vidas mañana. Así que no perdamos de vista lo que se nos viene encima por más que intenten aburrirnos con una polarización anclada en lugares comunes y sin trascendencia real para nuestras vidas.
Tomemos partido por nuestro barrio, nuestra ciudad y nuestro pueblo. Pero también por el planeta y por la humanidad. Ninguna decisión que nos beneficie puede perjudicar a otras personas, a otros territorios. No puede haber política sin ética, como decía esta semana Jorge Reichmann en Villafranca del Bierzo y Fabero. Desconfiemos de quienes siguen prometiendo cemento y se olvidan de los cuidados. O tratan de convertirlos en un espurio negocio. Imaginemos un solo proyecto en el que participaríamos para mejorar nuestro entorno. Salgamos de la espiral del odio. Y paremos un rato a escuchar a los pájaros. Reivindiquemos trabajo pero también el derecho al descanso.
Y pensemos que, tarde o temprano, moriremos y no nos llevaremos nada pero lo que podemos dejar cambiará el cuento o hará explotar el planeta. A veces sueño que la utopía existe. Ayer la vi en San Andrés del Rabanedo, frente a su casa consistorial, en un concurrido acto que recordó a 48 personas represaliadas después del golpe de Estado de 1936 en este municipio. La memoria que nos une, que nos mueve y conmueve tejió el tapiz del recuerdo debido. Un triunfo del amor y del poder de la sociedad civil organizada. Porque nos incumbe.