Apunta a la luna
William Clement Stone empezó vendiendo periódicos a los seis años en Chicago por ser huérfano y tener que ayudar a su madre modista y acabó de empresario de seguros y finanzas, triunfador multimillonario, filántropo de entidades religiosas, también masón del grado 33, vibrante comunicador radiofónico y escritor del que seguramente fue el primer libro de autoayuda, « El éxito a través de una actitud mental positiva » (1959). Tipo ocurrente, en cualquier caso. Valga esta cita: « Apunta a la luna. Si fallas, podrías darle a una estrella ». Parece literatura barata, pero también lo barato y lo simple cotizan al alza. Aunque apuntar a la luna se antoja como escupir al cielo... y en la cara te cae.
El caso es que, por sacar a cuento esta cita, tiró Otavito de inventiva carraca y ya nadie consiguió pararle los pies y su impulsiva logorrea:
Apunta a una estrella. Si fallas, podrías darle a algún dios de los tantos que andan por allí y la mueven.
Apunta a un dios. Si fallas, podrías darle al que está detrás y los inventa.
Apunta a un político. Si fallas, podrías darle a cualquiera de los lameculos y mercaderes que siempre le rodean.
Apunta a un Consejo Judicial. Si fallas, podrías darle a cualquiera de los partidos que lo cercan para gobernarlo.
Apunta a una Junta mangona que esté muy baja-bajita en tu estima. Si fallas, podrías dispararte en un pie al pretender su misma autonomía.
Apunta a un artista. Si fallas, podrías darle a su musa... o a un marchante... y eso que adelantas.
Apunta a la Fortuna. Si fallas, seguro que le darás a un pobre al que chupa la sangre... y mejor tieso que desangrao.
Apunta al Amor. Si fallas, podrías darle a Cupido; y de ciego y muerto, ¡a la vinagre!... y en escabeche.
Apunta a un reloj. Si fallas, podrías matar al tiempo o herir a la edad.
Apunta a un deseo. Si fallas, podrías darle a alguno de tus complejo s.
Llegado a este punto, se detuvo. Y como nadie alabó su ingenio lila, amenazó con seguir (pero, oh afortunado lector, aquí se me acabó el papel).