Diario de León

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Las mujeres pensábamos que con la ley de Irene Montero pasaríamos del ‘no es no’, al ‘sólo sí es sí’, que es la diferencia entre luchar a vida o muerte por el honor y la decencia decimonónicas y dejar claro que la libertad sexual es un derecho humano que nadie nos puede quitar, que la violencia está en pervertir esa facultad, que una relación sexual se basa en la aceptación y no en la dominación, que no hace falta que nos maten, ni siquiera que nos insulten, para que la agresión sea tipificada como tal.

Eso es poner el consentimiento en el centro, pero eso no puede llevar a rebajar las condenas a los agresores, a aliviar la pena de los pederastas y asesinos, que como hay jueces que no tienen en cuenta su propia misoginia, ni saben lo que es la perspectiva de género, las leyes deben dejar claro que quien viola debería pasar gran parte de su vida en la cárcel, pero quien viola y mata o lo intenta no debe salir jamás.

Esta es la cuestión. La ley, ahora que la inteligencia artificial está a punto de cambiarnos la vida, debe hacerse con la perspectiva de la víctima, nunca desde la del agresor, que parece ser parte del problema que llevó al PSOE a pactar con el PP un cambio en la ley.

Hay que volver al feminismo, no al tradicional, sino al feminismo, y la defensa de la mujer y su existencia es parte de esa lucha en la que una parte ni está ni se la espera. Una mujer es una hembra humana. Punto. No es una persona gestante ni una persona menstruante. La definición está tan clara como clara es la intencionalidad de los que defienden que el género existe más allá del léxico y que la identidad sexual fluye de la misma manera que la mente del agresor.

Las violadas somos las hembras humanas, como ha ocurrido a lo largo de la historia, como seguirá pasando porque todo va en realidad de dominación, de masculinidad mal entendida, de abyección moral basada en la pervivencia de una sociedad aculturada en la que persiste la barbarie. El consentimiento nunca dejará ya de estar en el centro de la ley, no puede dejar de estarlo, pero el paso del feminismo ha de cambiar para que las mujeres no nos convirtamos en mitología.

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