Silencios elocuentes
El 26 de abril es el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido. De ruido estamos sobrados. Hay ruidos cotinuos, intermitentes, impulsivos, aéreos, estructurales, de impacto, de fondo... todos son sonidos indeseados que perforan el tímpano y taladran el cerebro. Y hay ruidos intencionados, esos que la incontinencia verbal y las intenciones ocultas convierten las propias miserias en letreros luminosos.
El sonido existe hasta en el vacío del espacio, como ha demostrado la Nasa con dos grabaciones, una con una música espeluznante de un agujero negro y otro con una pacífica y armoniosa resultante de más de 5 mil planetas ubicados más allá del sistema solar y que sirven para obtener datos ocultos hasta ahora sobre el universo.
Este conocimiento científico me lleva a la reflexión de que los silencios y los sonidos apenas perceptibles para el oído humano dan más información que las estridentes palabras que conforman frases vacías, manipuladas y con doble intención.
Hace años me dijo un amigo ingeniero que se fiaba más del lenguaje informático que de la palabra. «Los bits y los bytes no tienen dobles intenciones ni interpretaciones», me dijo. La conversación limpia con una persona que escucha con una mente libre de prejuicios para comprender se ha convertido en una utopía que hace imposible el entendimiento. El que escucha suele hacerlo con un velo de creencias y prejuicios previos sobre la persona con la que habla que hace que las palabras le lleguen distorsionadas, siempre tamizadas dependiendo de si la otra persona le cae bien o mal. No hay manera de comunicarse nunca con alguien que escucha con una idea preconcebida sobre la persona con la que habla. Y al revés también. «No discutas nunca con un idiota, te rebajará a su nivel y te ganará por su experiencia», dijo Mark Twain. En esas estamos. Entre los que no escuchan, manipulan lo que oyen, los que no dicen la verdad y los que retuercen los argumentos. Por eso es importante agudizar el oído en los silencios, en lo que no se dice, en lo que se oculta.
«Tengo a la gente más leal, ¿alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes», dijo Donald Trump en 2016 cuando era candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Ahí está la prueba de la sinrazón.
Caminando por una ruta de 30 kilómetros por el campo charro, un bellísimo paisaje desde Beleña hasta Fuenterroble de Salvatierra en plena Vía de la Plata, no encontré silencio en un espacio sin ruidos, pero sí sonidos muy elocuentes de la naturaleza, única portadora de verdades como puños.
Sólo hay que escuchar el sonido del silencio para encontrar las respuestas que buscamos y que se nos ocultan con la verborrea.