Diario de León

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Esta sociedad está enferma de muchas cosas. De prisa, de superficialidad, de ansiedad y de soledad. Entre otras. De todas ellas, la última es la más triste. Estamos enfermos de soledad. La soledad no tiene tanto que ver tanto con lo que pasa ahí fuera con como se siente uno por dentro. De hecho, uno puede sentirse solo a pesar de estar rodeado de gente. Da igual lo acompañado que estés si la compañía no es auténtica. 

Es una plaga que cada vez afecta a más personas y que se ceba en especial con los más mayores, quienes parece que ya no sirven porque no aportan a un sistema con tufo a podrido que se basa en hacer y producir más que en ser. Porque si algo tienen las personas mayores es autenticidad y sabiduría. Guardan en sus adentros una experiencia vital que no tenemos la mayoría porque más sabe el zorro por viejo que por zorro. Y eso sólo te lo da la vida, las velas que hayas ido sumando cada cumpleaños.

Todo eso que pueden aportar nuestros mayores parece ser una carga en lugar de algo que suma. Dicen que llega una edad en la que uno deja de sentirse útil, no importa lo inútil que hayas sido hasta entonces, sino que es al final cuando parece uno sentirse así. 

Las cifras son estremecedoras y esta realidad de la soledad ya no afecta solo a los mayores, sino que se va extendiendo y cada vez atrapa entre sus fauces a más jóvenes. Es otro problema social en el que estamos todos implicados. No miremos para otro lado, da igual que sea nuestro familiar o no el último cuyo cadáver han tenido que rescatar los bomberos días más tarde de morir y al que han tenido que rescatar tirado en el suelo sin poder levantarse. No importa lo lejano que sea en lo que a sangre se refiere porque eso puede pasarnos a cualquier algún día.

No sé si han visto la película ‘Lost in Traslation’, que narra la sensación de soledad que invade a dos personas que viven rodeadas de gente en una multitudinaria ciudad de Japón. Es la muestra de la falta de empatía que existe aún hoy, cuando nos encanta hablar de palabras relativamente nuevas que suenan bien en los discursos delante de los demás pero que nos cuesta aplicarnos en el día a día. Con cada persona mayor que encuentran sola o desamparada una parte de nuestra misión como sociedad fracasa.

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