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Los demonios de la España vaciada están encerrados en un cabaña de piedra en Quintela.

Quintela es un aldea en lo alto de una colina del municipio de Barjas, en la frontera del Bierzo con Galicia, donde el director de cine Rodrigo Sorogoyen —un talento para contar historias— rodó en el otoño de 2021 su película As bestas .

As bestas es una historia de violencia ambientada en el mundo rural, tan suspicaz con los forasteros. Y hace años que en Quintela solo vive un ganadero acostumbrado a la soledad.

La soledad es una epidemia.

Una epidemia es una enfermedad que se extiende sin remedio. Como la despoblación. Como la vejez. Como la viruela cuando no había vacunas.

A la vejez se acerca Sergio Cela, el Quintelo le llaman en Barjas, porque ha alcanzado la edad de jubilación mientras cuidaba de su rebaño de vacas.

Las vacas de Sergio Cela están encerradas en un establo. El establo donde las bestias se cobijan del frío y de la oscuridad es esa cabaña de piedra entre las ruinas de Quintela donde los demonios estorban a los animales cuando se hace de noche y el monte se llena de ecos.

Un eco es el ruido que deja la memoria cuando se muere.

Morir, nos vamos a morir todos. Algunos, quién sabe, nos habremos olvidado antes de quienes fuimos, de lo que hicimos antes de irnos.

Hacemos lo que hacemos sin saber muchas veces por qué. Habría que preguntarle a Rodrigo Sorogoyen, que en agosto volverá al Bierzo para hablar de su película en un ciclo de cine en La Térmica Cultural de Ponferrada, por qué hizo As bestas . Qué vio en la historia real en la que se basa. Para qué ha servido su película, más allá de encogernos el corazón con la violencia que desprende.

Quizá el cine, la literatura, los libros, las películas, sean en el fondo una forma de ordenar el caos y la violencia silenciosa que nos rodea; de atajar el desasosiego que solo espera a que nos quedemos solos y se haga de noche en Quintela, o en otro lugar que se le parezca, para demostrarnos hasta qué punto la soledad es un problema cuando nos hacemos viejos, no hay nadie más con quien hablar, y nos comen todos los demonios que no se atreven a mordernos mientras somos jóvenes.