Jóvenes vaqueros
Hacen falta más jóvenes vaqueros. Necesitamos más personas que estén dispuestas a dar el salto, a cambiar la insulsa comodidad por apretar el culo con el fin de conseguir lo que quieren. Y lo que ellos anhelan es lo que muchos buscamos: libertad. Suena bien. Como a aire fresco, a una dulce corriente por la que dejarse llevar de camino a lo que cada uno ansíe.
Decía un lector de este periódico que dejar la ciudad para ir al campo es difícil pero cuando lo has hecho, volver ya es casi imposible. Es algo así como probar la miel después de haberte hartado a chocolate de bote. Ya no lo cambias. Y así es en la mayoría de los casos.
Parece que hay una generación de jóvenes a la que ya le empieza a atufar el asfalto y prefiere respirar otros aires más limpios y livianos, que pasa de hacer cola en el supermercado para conformarse con lo que haya en la despensa o, con suerte, en la tienda del pueblo ese día y que no coge el metro porque no lo necesita. A cambio, recibe el cantar de los pájaros cuando abre la ventana y ve un intenso y enorme cielo cuando mira hacia arriba. Y no huele a humo de coche, sino al que desprenden las cocinas de carbón cuando llega el frío.
Ya lo ha dicho Belén Sola en las páginas de este periódico: «En el pueblo aprendes cosas como que lo más importante es tener leña para el invierno». Vamos, lo justo y necesario. Porque, no nos equivoquemos, muchas de las cosas que nos rondan la cabeza a diario no son realmente importantes ni, mucho menos, trascendentes, Lo que pasa es que nos liamos sin necesidad. En el pueblo uno no se distrae tanto y va más a lo que hay que hacer.
Al igual que Belén, los jóvenes que protagonizan las ‘Crónicas de la repoblación’ y que nutren estas páginas cada lunes, no son los protagonistas de un cuento, sino de historias reales. Como la de David o Tania, que han decidido convertirse en colonizadores de las praderas de Balboa y Valcarce. Jóvenes vaqueros que se despojan un poco del miedo y que no dejan que eso les atenace, como a la mayoría. Porque el miedo siempre está ahí, bien cerca, recordándonos las muchas posibilidades de que algo pueda salir mal, aunque sean infinitas las que tengan final feliz. Ellos han vencido al miedo y son un ejemplo de lo más real.