Diario de León

Antonio Manilla

Teledemocracia leonesa

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Últimamente, el plebiscito digital permanente o continuo a algunos les parece el súmmum de la democracia. Hablan de un futurible sin fecha, claro. Como por ahora las redes carecen de unos estándares mínimos de seguridad que impidan los pucherazos, se conforman con abrir foros, concursos públicos de ideas no remunerados o con pulsar la opinión de algún sector concreto de la sociedad. Los partidarios de estas decisiones mancomunadas hablan mucho de participación ciudadana y democracia popular: de una especie de estado permanente de contacto espiritual con la esencia del pueblo a través de procesos que, en realidad, hoy por hoy, carecen de cualquier garantía de participación y representatividad. Uno ve en toda esta tendencia más bien otro de esos buenismos desorientados que tanto abundan. Una desorientación que incluso ha llegado a configurar el remedo de ideario de algún que otro proyecto político reciente: el partido de las opiniones de terceros. Se abre una convocatoria de ideas, se pone un buzón de sugerencias, se hace un recuento de «me gustas» en las redes sociales y, a partir de eso, realizan gestión, que no política, pues no se sustenta en unos valores, tampoco es ideología, sino ideario. Un ideario externo y tornadizo, siempre a pie de obra: la gestión de la presunta voz de la calle. En puridad, no se trata de una forma de hacer política, sino de hacer encuestas. Puro recuento. Sociología participativa o tal y tal.

Este populismo de encuesta uno pensaba que era propio de partidos magros de programa y atentos a la voz de la mayoría, pero ya es detectable en instituciones de todo el país, entre ellas las leonesas. Ayuntamiento capitalino y Diputación han reservado partes de su presupuesto a la ejecución de proyectos sugeridos a través de esta democracia digital o teledemocracia, donde una nota garabateada —sirva como metáfora de alguna chufla internáutica— puede acabar consagrada por ejemplo en los planes provinciales. No cabe duda de que en el presente próximo se ejecutarán obras que serán la moción de un anónimo y solitario diputado, perdón, ciudadano, por ejemplo, de Mansilla Mayor. La coartada, desde luego, es soberbia. Como nadie controla a quien controla, a ver cómo evitar que se cuelen propuestas propias bajo el dni de un amigo. Que el procedimiento tenga tanta solidez como la coronación en redes del «columpio con encanto» o el «chico más feo del campus» a uno desde luego no le da demasiada confianza.

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