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Había que verlo. Para creerlo. Y no logré creérmelo aunque tragué casi entero el ceremonio de coronación de ese rey de los británicos que tiene nombre de coñac, Carlos III... ¡qué buen coñac si oviese buen señor!, aunque como miembro de esa casa real que tanto pimpla, seguro que es más de ginebra, como la reina madre su abuela, que salía a botella al día y al morir no la enterraron, la destilaron.

La teatralidad que ayer alojó la abadía de Wetsminster para coronar la testa del Orejas era tanto Hollywood en escenografía como Bollywood en coreografías y ropón de rebrillo y colorines. Pompa y circunstancia. Hasta parecía un musical con coros, orquesta y fanfarria sin dejar un instante de dar el cante o al corno inglés. Una película. Pero el gótico de esa abadía es tan pretencioso como chungalí, floreado sin necesidad y recargadito hasta lo hortera, le sobran dorados por doquier, banderas en los altares y estatuas tardías que sólo buscan ostentar su gana de imperio (¡si al menos tuviera una sola buena vidriera!). Pero sirvió para lo que sirve, insistir en que el poder de los reyes suyos emana directamente de Dios y que nidiós les chista; y más en este caso donde el rey es también cabeza de la iglesia anglicana, como un papa pues, lo que ha permitido a sus antecesores dar unas hostias divinas como hogazas en un colonialismo histórico y esclavista sin desdeñar genocidios, porque el pueblo de Dios es el británico y lo demás, tierra y almas conquistadas. Admira que persista ahí el anacronismo de un estado tan confesional y hasta con arzobispo cabeceando ante el rey al jurarle lealtad (¡con la Iglesia hemos casado!; parecido a meter aquí a Franco bajo palio en cada templo). Así que no se privaron de liturgias arcaicas y simbolismos a troche y moche, lo dieron todo. Y de esa reina, ¿qué decir?, Camilla, de amante con tampax embrujador a puta reina de la baraja, se le notó en alguna escasa sonrisa entre estreñida y de orgasmo seco. (P/D En lo mucho que vi no enchufó ni una sola vez la tele inglesa a nuestros reyes. Jodía raza, ¿eludían toda sombra a su Charles?).