Somos demasiados
Del sabio Francisco Grande Covián guardo imborrable un rato echado a perros, tiempo muerto que llenó de cosa viva y vivaraz, tal como era él, siempre risueño. Ya tenía hecha la entrevista, pero como aún tardarían en recogerle me brindé a compartir su espera en la cafetería del Hostal reanudando en informal la charla y bromeando si tenía yo alguna posibilidad de heredar su fascinante casa hidalga de Colunga que sigue hoy engordándome envidias. Y hecha la broma, tiré a lo hondo con pregunta necia, ¿qué es el cáncer?... Cualquier listo tontuelo hubiera colado ahí una chapa erudita, pero sólo un sabio como él era capaz de respuesta sencilla y certera: «el cáncer es una célula que pervierte su guión y en vez de tirar para aquí tira para allá». ¿Quién no lo entiende? Después me habló de los 200 tipos de cáncer que hay y que puede esforzarse uno en sortear tres o cuatro, pero ¿y los demás?, haciendo a continuación una reflexión inquietante: la medicina restablece gentes con patologías a las que en otro tiempo la naturaleza habría recetado muerte o depuración, pero hoy se les cura y reintegra a la cadena reproductiva y eso es algo aberrante en la evolución humana, una puerta a la involución... y a la futura extinción. Acto seguido me prohibió poner en su boca ese razonar que, aunque sincero, era off the record, o le acusarían de nazi. Y no creo traicionar ese embargo 40 años después tras leer las recientes declaraciones a El País de Miguel Beato, científico y primer director del Centro de Regulación Genómica: “Lo peor que ha aportado la medicina es que somos demasiados. Los humanos somos una plaga para la Tierra», sosteniendo idéntico razonamiento al que expresó entonces Covián, y añadiendo que «el mundo no se lo cargan las especies salvajes; hay que controlar la natalidad y reducir población humana». Y aquí es donde también viene a cuento el último libro de impacto del profesor y filósofo leonés Miguel Ángel Castro Merino, El maldito regalo de nacer, un ensayo antinatalista, del que tendremos que hablar, aunque incomode... o jeringue.