Lo era y lo es
Sin duda, la inteligencia artificial cambiará las futuras campañas electorales. «Oye, el alcalde de Villa Cimborrio de Abajo ¿no era chaparrete?». Pues ahí lo tienen ahora en el metaverso, alto y con tableta de Fast and Furious . Puro embuste, mayor aún que aquella promesa electoral suya de que cada ciudadano tendría un mayordomo con cargo al municipio. El mitin está desde hace ya mucho acabado como sistema de comunicación apetecible, pero lo que viene nos hará añorar el tostón tradicional, del que al menos te podías librar no yendo o haciendo oídos sordos. Pronto, con ese engendro demoniaco llamado inteligencia artificial el candidato aparecerá en tu casa, en forma de holograma, y te arreglará un grifo, te dará un masaje de espalda e incluso te cortará las uñas de los pies. Eso sí, cuando se desvanezca seguirás perdiendo agua, con dolor de cervicales y teniendo las uñas de los pies tal hombre lobo, pues todo habrá ocurrido sin ocurrir. Si ahora en las familias cuesta un zafarrancho diario lograr que un adolescente desconecte su móvil mientras se come, a ver cómo consiguen que deje en su cuarto al tiranosaurio rex o que le ponga al menos un albornoz a esa rubia inexistente con la que sale. Vamos al caos anunciado, con irresponsable bombo y platillo. A los del invento les sobramos unos 200 o 300 millones de personas en el mundo; ellos, claro, no se sobran a sí mismos.
Yusuke Narita, profesor de Economía en la Universidad de Yale, propuso en 2021 que la única solución para solucionar el envejecimiento de la sociedad japonesa era legalizar el suicidio masivo y solidario de los más mayores. La monstruosidad causó lógica indignación. «Debería haber sido más cuidadoso con las posibles connotaciones negativas», reconoció. Y añadía: «Después de un poco de reflexión, dejé de usar las palabras el año pasado». Y si esto piensan los listos, ¿qué estarán pensando los que no piensan tanto pero deciden por nosotros?
El alcalde de Villa Cimborio de Abajo, ponga usted el nombre que quiera, se frota las manos. Lo de quitarse veinte años con el Fotoshop va a ser juego de niños, comparado con las posibilidades embusteras del metaverso. Darán ganas de haber nacido cuando la Legio VI… incluso mucho antes.