La campaña

Comienza el previo electoral en la que los leonesistas decidirán casi todo. Si lo hacen bien podrían tener la llave de varios ayuntamientos y de la Diputación, donde tienen a huevo un Revilla, a poco que les salga bien la campaña. Mucho me temo que no serán quince días de grandes ideas para la ciudad. Espero equivocarme pero la cosa no ha empezado muy bien con estas promesas sobre iluminación y policía, más propias de la sección femenina que de una ciudad que aspira ¿o no? a pasar de una vez por todas la edad de la inocencia. Porque un espacio cívico que no tenga entre sus propósitos formar parte de la economía digital está condenada a morir. Quiero decir que están muy bien los pasos de cebra y las farolas pero lo que forjará nuestra subsistencia no puede reducirse al macramé. Eso quedaba para las concejalas que los partidos ponían en tiempos pretéritos para que no dijeran que eran todo señoros.

El caso es que más allá de algún que otro QR no se ven planteamientos con los que seducir al elector, que ya saben que aquí de lo que va es de votar al partido fetiche, al de los padres y los abuelos, que así seguro que no nos equivocamos, y poco a poco nos vamos hundiendo en las batallitas de lo que pudimos ser y nunca seremos.

Yo sé a quién voy a votar —ya ven, soy como todos—, pero me gustaría que durante estos días alguien fuera capaz de llevarme la contraria, como pensar, por ejemplo, que no servimos solo para ponerles donde están y si te he visto no me acuerdo.

Lo único bueno del comienzo de esta campaña ha sido la bonhomía de Aurota Baza, Marta Mejías y Eduardo Tocino. Los tres han demostrado que también hay casta en la política, aunque en ocasiones parezca que todos son iguales. Pues no, no todo son iguales y estos tres leoneses se han ido del ayuntamiento con buenas palabras, después de haber hecho todo lo posible para que sus acciones solo se dirigieran hacia el bien de la ciudad. Es lo que los americanos llaman liberalismo después de que lo inventara la Escuela de Salamanca, en León.