Cerrar

Creado:

Actualizado:

Los precios dan un respiro, dice la estadística. Unos. Otros se agazapan como comadreja y siguen royendo con sus dentelladas, a menudo tuneadas de victimismo, más siempre firmes en su avance implacable. Reptan en el universo del céntimo, avanzan cuando la temporada es propicia y difícilmente retroceden desde la posición conquistada. No es una invención. El vicepresidente del Banco Central Europeo y ex ministro de Economía del PP Luis de Guindos, una mente preclara del análisis económico (se comparta o no su ideología), advertía ayer sobre una de las derivaciones más peligrosas de la inflación: el encarecimiento se ha «filtrado con fuerza» en el sector servicios, mucho más difícil de controlar que la industria o la descontrolada alimentación de los últimos meses. No es un tema baladí. Ni algo sobre lo que nos tengan que hacer un gráfico: acucia la supervivencia básica, pero ya que no estamos en economía de guerra reclamar un ocio y disfrute asequible es una aspiración más que razonable. Se pone cada vez más difícil. Amaina de momento la tormenta energética y le cuesta entrar en cintura a la factura de la alimentación; pero se descontrola la relacionada con los viajes, la hostelería, el turismo, las compras y los arreglos, los vehículos,...

La ecuación para las autoridades económicas es clara. Las medidas contra la inflación seguirán en el camino del encarecimiento de los tipos de interés, préstamos pendientes más caros y financiación a conseguir más complicada y costosa. Hay que frenar la economía, enfriar las ínfulas de un consumo que hace tiempo que tiembla, sobre todo en el creciente nicho de la vulnerabilidad que no encuentra salida. Está también el colectivo al que sangrar, el dispuesto a dejarse los pelos en la gatera del abuso (es el mercado), que traga carros y carretas dicen que porque la pandemia nos dictó que había que vivir como si no hubiera mañana. Más bien hartos de ser vapuleados entre volatilidades y arbitrariedades que se justifican impredecibles e incontrolables. Un discurso tan repetido que ha dejado huérfana de sentido común, por falta de expectativas, a buena parte de la población.

En la política monetaria, dice De Guindos, los halcones se imponen a las palomas. Serán duros. Lo será el día a día, sin posibilidad de reacción. Aún nos deben la explicación de por qué en este León manso los precios se dispararon muy por encima del resto del país. ¿Demasiados halcones? ¿Demasiadas palomas?