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El período electoral también tiene algo de Feria de las Vanidades, aunque no se sepa muy bien de qué vanidades se trate. El pasado día 23 de abril un aspirante a la alcaldía de la capital de esta provincia se quedó en gayumbos, tipo slip para más señas, como protesta ante «esta comunidad fallida y artificial, que causa un declive económico y poblacional preocupante y nos lleva directamente a la ruina».

De acuerdo o no, que de todo hay en la viña del señor, ahí queda la noticia, que posiblemente se alargue por la amenaza del señor candidato con un desnudo integral. Avise, por favor, día y hora para que el pueblo desvalido no pierda la ocasión de tamaña magnitud que jamás vieran los siglos. Se supone, además, que tendrá suficientes razones en el muestrario para que los votantes, encantados de su oratoria corporal, depositen la papeleta con su nombre. Puestos ya en escena, le propongo con toda la humildad que eleve una propuesta a quien corresponda para que uno de los debates electorales tenga lugar en plaza pública con los dos que encabezan cada lista en paños menores o pelota picada, según decida, eso sí, la ciudadanía. Contribuirá así al fortalecimiento del turismo, la egregia musculatura que da la cecina y a la ciudad que pretende gobernar como ciudad innovadora, por su original sentido del ridículo, cartelón que debe mostrarse, a muy buen tamaño y cubierto de colorines, en todas las entradas de la Legio, para que no haya lugar a confusiones y mandangas.

El show, señor candidato, deberá precisar todos los detalles en las ordenanzas municipales, si es que este es el registro de obligado cumplimiento. Con pequeño o gran desfile incluido, según el poder de convocatoria y concurrencia. No sé si deberá registrarse o no por escrito, pero sí sería conveniente al menos una semana de ejercicios previos, por eso de las fofeces. De ahí que, en el caso de celebrarse en paños menores, tenga suma importancia su artístico estampado, que, sin duda, influirá en la determinación del voto. Más difícil se presentará el asunto en el caso de desfilar en bolas puras y duras. Sobre todo en el último caso deberían abstenerse los varones que padezcan el síndrome del abuelo (ya se sabe, le cuelgan los dos más que el ciruelo). Como el slip disimula algo el asunto, esta parece la opción más adecuada. Pero, en cualquier caso, en sus manos encomendamos espíritus y votos. Eso sí, limpieza e higiene, absolutamente imprescindibles.