Diario de León

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«Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos». Sale la frase, tiene una larga historia, en Que viva México, la película de reciente estreno de Luis Estrada, escrita junto a Jaime Sampietro, un jugoso retrato satírico en el que el exceso es protagonista y antagonista a ritmo de mariachis. Porque los males son tan producto de lo externo como de lo interno. Nadie sale vivo de esta historia. Y de la cita con las urnas, tampoco. En esa frase cambias los nombres propios y te sale la que quieras. Porque la frase literaria es una fuente inagotable. Uno se conecta a la ficción para refrescar ideas y esta le devuelve a la realidad, quiero decir, a la campaña. Suele pasar. Aunque para realidad la de aquí abajo ayer en esa sección de título definitivo y cinematográfico: El último ciudadano. Luis Rivera, de Escobar de Campos, aprovecha el turno para dar en una de las dianas recurrentes: «Entre una cita electoral y la siguiente se nos trata con indiferencia», le confiesa a Acacio Díaz. Lo dice y no se queda tan pancho sino preocupado. Los periodistas en estos trances, a veces son tomados como mediums, como si a través de ellos se pudiera conseguir que los políticos se manifiesten. ¡Manifiéstate, fulano! Y eso hay que tomarlo no como una molestia sino como una oportunidad para demostrar que la información es más efectiva que el clic sin más. Lo siento, pero ella había llegado antes. Acabar con el caciquismo, promover el comercio local, potenciar lo rural... A todo esto, más del 60 por ciento de la riqueza que crea España tiene que ver con el turismo. De todo esto se habla en el periódico. Hay que leer las páginas del especial elecciones de Diario de León para detectar a bote pronto que hay ideas. Sale un programa general sin siglas que es coherente. Hablar de suelo industrial, de impuestos, de despoblación, es la parte buena de la campaña. Lo que pasa es que hay una sensación que se repite con solo pisar la calle en este hace casi frío de León: si es sin partidos políticos todo resulta más creíble. Al final, el artículo que había empezado como un elogio a la ficción se ha decantado por la cruda realidad. Pero es que esa frase ya no me la quito de la cabeza. Da tanto juego.

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