Que no pare la música, electoral
La calle es el altavoz que va por libre. Una furgoneta de la UPL anima al voto al ritmo de algo así como el Don´t stop the music de Rihanna. Un joven le dice a otro: «¿Eso qué es? ¿Ya hay elecciones?». Y este le contesta: «Sí, el 29...». Ahí queda eso. Bendita desinformación. Entre los dos no sale un elector fiable. O sí. La furgoneta sigue su curso y ellos el suyo. La UPL, en busca del último leonesista. Y ellos, apurando su cigarrillo. Por tanto, el temor a si esto de que las campañas sature al ciudadano hay que dejarlo en cuarentena. A unos sí y a otros no. Y a estos, nada. Hay quien tiene la certeza de que ahora que todo es sobreexposición, los políticos se ponen en evidencia de tanta promesa imposible de cumplir. No se cortan. Las redes sociales los delatan más, aseguran. Aunque es lo de siempre. No es tan difícil diferenciar sueños con deseos o promesas que no valen nada, como cantaban Los Piratas de Vigo. Las propuestas realistas a veces no venden tanto y hay que dejarlas para momentos más serenos. Pero aseguran los analistas que ahora las redes sociales no dejan que se borre el rastro de la barbaridad y quedan prendidas para siempre. Si las redes son la clave, lo que no se entiende es cómo las fotos de nuestros políticos en las banderolas de las calles siguen siendo casi una imagen de carné. No pasan el filtro de primero de Instagram. Pero queda, se ve, ese residuo de que la fiabilidad se lleva en la cara como espejo del alma. Otra cosa es el photoshop, que aunque suene a antiguo parece ser todavía un recurso para suavizar el rostro. Ayer, el ruido de la calle de León también era el del mercado de Papalaguinda. Los tenderos en sus puestos lanzan sus proclamas con un soniquete monótono que corresponde a su programa electoral del día. Parezca bien o mal, lo que cantan es lo que venden. Otra cosa es el regateo. De repente, en el fragor de la mañana viene el recuerdo del presidente Sánchez, que parece que se ha pedido anunciar todo. Este fin de semana vendiendo entradas baratas para el cine a los mayores de 65. Como dijo tal cual: «Para que vayan los martes al cine». En la calle ya se oyó: «A mi los martes me viene fatal».