Diario de León

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Hay políticos de gatillo fácil en las redes sociales que luego se quedan cortados en el cuerpo a cuerpo, que no tiene por qué ser violento ni verbal ni mentalmente ni llegar uno sangrando a casa... Definitivo: lejos de echárselo en cara a los representantes, actuales o los que vengan, habría que mirarse a sí mismo cuando demuestra más destreza con el móvil en la mano que con la más arriesgada y antigua fórmula de mirarse a los ojos. Eso sí que es un buen debate. Se pierde esta costumbre y, a veces, no funciona ni frente al espejo. Estaría bien hablar. Lo que sí parece que pasa estos días es que el endiosamiento de alguno debe de ser contagioso. Y ahí ya el resto no tenemos la culpa. Ayer, hablábamos de lo de la desafección política de los ciudadanos y la conclusión más general era que es difícil que a estas horas del café matinal, esté usted dónde está, ahí esperando a que se enfríe un poco pero no del todo el café de la mañana, no haya alguien hablando de política. Se les oye. O sea, que de desafección nada. Sí mucha desconfianza ante una clase política que cansa cuando se mueve siempre en términos de arbitrariedad, de ensimismamiento y del olvido más grande de los olvidos sobre los asuntos que le interesan a los ciudadanos. Que suele ser intentar vivir mejor, llegar a casa con una sonrisa, tener fuerzas para acabar el día y acostarse con ganas de levantarse. Ahí, al fondo, veía a alguien solitario que miraba el móvil y dejaba de mirarlo. Como un tic o un TOC pero seguro que también con la política como único argumento. Como ayer la campaña fue un bluff, la mejor opción era mirar a esos ciudadanos que lo son pero que no se dedican a la política. ¿Serían igual que los políticos? ¿Tendrían también ese único argumento? ...Nos caeríamos del guindo, como Gil de Biedma: «Dejar huella quería y marcharme entre aplausos -envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra». Igual esto queda demasiado lírico, pero lo de tener un único argumento es algo que nuestros queridos políticos practican con maestría.

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