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Pantano de Riaño. DAVID CAMPOS (2023)

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Se esparce por todos los espacios, no hay hueco que escape a su avance lento sobre la hierba. El agua sale de la boquera y va rellenando los surcos, inunda las pozas que rodean cada tronco. Lentamente, uno por uno, cada árbol va recibiendo un líquido que susurra y los árboles parecen escuchar. Y los árboles entienden y se desperezan.

Fue mi abuelo materno, al que no llegué a conocer, el que plantó esos manzanos. Y mi padre, su yerno, los ha cuidado durante tantos años con un mimo tan grande que ha conseguido que vayan a beber a la palma de sus manos. Junto a los árboles, mi madre y mi padre levantaron una chabola y la carretera que va de Carrizo a la Cepeda pasa por delante de la finca. Muchos de los que circulan por ella habrán visto a mi padre caminando entre los manzanos, a veces con las tijeras de podar o el sulfatador, a veces limpiando con la yema de sus dedos ese pulgón que se esconde, diminuto, entre los pliegues de las hojas.

Cuando veo correr el agua junto a mi padre, recuerdo que hace muchos veranos mi hermano y yo llegábamos por esa carretera montados en bicicleta. A media tarde a mí me gustaba llegar a la ermita que está allí al lado, subiendo al monte, y ver a mis pies las tierras del Órbigo, con sus cultivos de lúpulo, de maíz, de remolacha a veces, y contemplaba también, allí abajo, nuestra finca y sus manzanos.

Ahora, que leo que un pastor extremeño recupera la trashumancia para escapar de esa sequía que quema el sur buscando los verdes pastos de nuestras montañas, pienso en la lenta labor que ha supuesto crear este paisaje. Pienso en una nube inmensa de polvo y en cientos de ovejas mirando con sed el perfil de las montañas en el horizonte. Buscan llegar a una tierra donde la moneda de cambio era el agua y era el verde. La presa y el reguero, el puerto y la madriz, los turnos de riego y la estacada.

El aprovechamiento del agua es patrimonio nuestro, una obra de una mano sobre otra mano. Una obra de siglos. Pero desde que la mirada del estado se impuso a la mirada del hombre llegó el embalse y el pantano. La obra humana cayó inundada bajo la obra del interés general y se impuso el sacrificio, las inundaciones y el exilio. Luna, Riaño u Oliegos quedaron anegadas bajo un manto de lágrimas.

Estos días los políticos nos hablarán también de interés general, de asuntos que a menudo nos exceden. Política nacional para elecciones locales. Ruido de sables lejanos que buscarán orientar nuestra mirada al dedo que apunta a la luna y a olvidar esa tierra nuestra donde crecen con tristeza los manzanos. Un ruido que nos haga olvidar aquellos versos de Gabriel Aresti que nos hablaban de lo que en realidad debería de importarnos: “me dejarán/ sin brazos,/ sin hombros/ y sin pechos,/ y con el alma defenderé/ la casa de mi padre”.