Moáis
Los moáis de la isla de Pascua no fueron levantados por marcianos. Los gigantes rostros humanos que tantas incógnitas y leyendas han despertado son, en realidad, un grito de desesperación de una civilización que se extinguía por falta de alimento. Aquellas gentes creyeron que cuanto más cerca del cielo llegaran las esculturas de piedra, más caso harían los dioses a sus plegarias. En lugar de buscar otras alternativas, aceleraron el problema. Talaron los bosques de palmas para entregar a los dioses los moáis gigantes. El más grande ni siquiera lo pudieron terminar y sufrieron las consecuencias de un terreno erosionado y estéril.
La física y profesora de la Universidad de Valladolid Margarita Mediavilla ya advertía hace más de una década del peligro de levantar moáis en España. Lo recordaba la bióloga y escritora Concha López Llamas, autora de Beatriz y la loba , al presentar su libro Yo, ecofeminista en León, de la mano de la asociación Flora Tristán. Los nuevos moáis son las megaobras que ponen a prueba la resistencia ambiental del planeta por su voracidad extractivista o capacidad destructora, o por ocupar terrenos que van a ser necesarios para el cultivo de alimentos como es el caso de los macroparques eólicos y solares en los territorios que han pasado de ocupar el apelativo de ‘sacrificio’ a ‘destrucción’. Unos gigantes que no se están levantando ni en Madrid, ni en Cataluña ni en País Vasco y que amenazan a la España Vaciada, Olvidada y Engañada. Unos gigantes a los que se oponen los pequeños David de los pueblos y otras gentes de bien como nuetro querido poeta Mestre, cada vez más personas de ciencia y ciudadanía combativa. La cuestión es cómo se implantan las renovables. Lo que tenemos delante es un oligopolio eléctrico con los parabienes del Estado y las comunidades autónomas con excepción de las citadas. Sería deseable que las renovables se usen para generar comunidades energéticas mientras se camina a la reducción del consumo y más cooperación. Renovables sí, pero no así. Eso es lo que pedía la gente de León en Botines el pasado día 12.
Las pioneras ecofeministas ya se rebelaron contra la voracidad extractivista de la economía en los años 60. Leonora Carrington, genuina representante del surrealismo, se sumó a esta corriente en Nueva York. Su obra Mujeres conciencia es un icono para los movimientos que luchaban contra la opresión de las mujeres en México. Precisamente en Centroamérica, América del Sur y África son las mujeres las que lideran —y algunas han sido asesinadas, como Berta Cáceres— las luchas ambientales que arrasan con la naturaleza y los pueblos indígenas. Poco o nada de esto se habla en las elecciones de la desgana. Mucho me temo que todo seguirá igual. El colapso nos pillará con los moáis en alto. Y algún día los marcianos los mostrarán como causa de la extinción humana.