Pollos sin cabeza
Pollos sin cabeza es una serie tremenda en HBO. Recomendabilísima y muy salvaje. No en vano por ahí anda en la producción Álex de la Iglesia, que ya se sabe. Pero no es este el sitio para marcarse un momento Boyero. Por cierto, el documental sobre Boyero, El crítico, he aquí el borde más al borde de los bordes y, sin embargo, querido crítico (incluso hasta por Trueba, Fernando, que confirma así su condición de hombre bueno) también está para verlo. Entrañable. En Pollos sin cabeza no se destapa ninguna realidad que no se intuyera. Tampoco se cuenta algo que haya pasado y que se reconstruya. Va de fútbol. Se habla de un mundo, que más que submundo es supramundo, en el que detrás de esa apariencia de sustentar valores que le dan músculo a las sociedades lo que hay es una colección de ambiciones desmedidas y gente dispuesta a pisotear lo que sea, incluidos sus principios y a quien sea. Y no miro a nadie. Pero son esos mundos, el del deporte, el de la política, y otros, en los que se corta mucho el bacalao de la vida de los demás y se presuponen buenas intenciones cuando a veces solo hay intereses. Por eso hacen falta políticos cercanos y que contemplen la posibilidad de estar al lado de los ciudadanos. Eso sí, sin pasarse no vaya a ser... Porque cuando uno lee: Gabriel Rufián: con un pie en Madrid y otro en Santa Coloma. A ver cómo da de sí el hombre. Como pollo sin cabeza. Otra que no está mal: Sánchez en Cantabria, Feijóo en Canarias y Abascal en Ceuta. Tal cual. Con el riesgo que hay de que se desorienten, como Feijoo cuando casi quería bailar sevillanas en Extremadura, que, por otra parte, seguro que se bailan divinamente. El caso es que andan por ahí los políticos de vuelo nacional, porque como no son candidatos se dedican a enredar. Si alguno de los que compite va como pollo sin cabeza se le verá el plumero. Tiene por delante: entrevistas, debates, mítines, ir y venir de cualquier lado, y esquivar o jalear las encuestas según le convenga. El lector se toma las encuestas con escepticismo y hace como que no se las cree pero las tiene en cuenta. El político de turno igual ahora empieza a temerlas por si hay sorpresa.