Mito tocado
Tuvo todo un perfil singular que le convirtió en mito y referencia con sólo citarle como «padre Llorente». Nacido en 1903 en Mansilla Mayor, de padres labradores, Segundo Llorente Villa fue el mayor de doce hermanos y a los 13 años se fue al seminario de León, aunque al poco se pasó a los jesuítas, como su hermano Amando que fue profesor y mentor de Fidel Castro, y ya en el noviciado se obsesiona con ir a misiones, Alaska en concreto, aunque discutiendo con sus superiores que, finalmente lo autorizan, pero pasando antes por Washington para aprender inglés y California donde estudia teología y se ordena sacerdote a los 28 años. Un año después está ya en Alaska y pasa por cuatro misiones entre esquimales sin dejar de escribir sus vivencias en cientos de artículos que irá publicando en doce libros y una antología póstuma, «Cuarenta años en el Círculo Polar». Cuando en 1958 Alaska se convierte en el estado 49 de la Unión, del que le consideran cofundador los americanos, la mayoría indígena de su distrito decide elegirle sin consultarle como diputado al Congreso de Estados Unidos, convirtiéndose en el único cura católico en la historia de esta institución. Murió en el estado de Washington y fue enterrado el 26 de enero de 1989 en el cementerio indio de De Smet, Idaho, donde sólo pueden ser enterrados nativos indígenas americanos, a petición de los mismos. Fué tal su popularidad, que mi tío César le incluyó en los años 50 en el primer cómic leonés, las «Aventuras de Tuburcio y Cogollo». Su pueblo le nombró hijo predilecto en 2011 y un halo de hombre decidido, jovial, aventurero y entregado a su ministerio redondea su figura mítica, así que como bomba sorda ha caído aquí lo que revela Íñigo Domínguez en El País dentro de sus investigaciones sobre los abusos en la Iglesia: el padre Llorente fue acusado de estos en 1956-57, sus víctimas fueron indemnizadas por la Iglesia y aún tiene pendientes otras reclamaciones, estando incluido en la lista de casos creíbles publicada en 2018 por los propios jesuitas de EEUU. Ver para... no creer.