Martin Amis
El sábado —en realidad el viernes de madrugada— murió Martín Amis, el autor de obras imprescindibles para entender el siglo XX y el XXI. La Casa de los encuentros, Dinero, La flecha del tiempo, El Estado de Inglaterra, Koba el terrible, la delicada y procaz El libro de Rachel, y mi favorita, La zona de interés , el terrible relato sobre un campo de concentración narrado desde la visión de los verdugos y uno de los sonderkomandos a los que se encargaba la gestión del exterminio. Sabemos que estamos ante literatura cuando la literatura nos obliga a preguntarnos quiénes somos y a no sentirnos cómodos con lo que descubrimos. Sólo los grandes consiguen manejar el lenguaje para hacernos ver que con escenas aparentemente frívolas se puede pintar el escenario de la tristeza y el horror nazi. Hay un capítulo de la obra en la que el judío encargado de amontonar y quemar los huesos de sus congéneres le explica al soldado alemán cómo contar con precisión el número de personas sacrificadas cada día. Le dice algo así como que no vale contar los cráneos. «Cuenta las tibias y divide entre dos». Es una lectura obligada para entender de lo que somos capaces para sobrevivir, de que en un entorno cubierto de mugre humana los hay que son capaces de seguir como si nada.
Martin Amis me recuerda ahora, en plena campaña electoral, que esto es tan vil y sucio como seamos capaces de transmitir con las palabras necesarias. Que todo es una gran mentira es la paradoja de lo que hacemos. ¿Para qué contarlo? Se lo pregunté a Martin Amis y me contestó con un simple «Persevera», que ahora recuerdo con la claridad del momento detenido en el tiempo. Así que, hoy, cuando en los colegios enseñan a los niños que hay palabras tabú, como si hubiera que esconder las partes del mundo que no nos agrada ver, les recomiendo que lean cualquiera de las obras —ensayos, novelas, artículos— del gran (ya clásico) autor británico para descubrir hasta qué punto es indecente que alguien se enamore en este túnel del terror.