No te irás
Estoy más que harto, querido Matías, de escribir adioses que el destinatario no pudo leer ni le valieron de bálsamo: y porque ¿para qué otra cosa sirve el obituario floreado sino para aliviar las ausencias y culpas de los que aquí quedamos improvisando la despedida cortés y unos reconocimientos siempre tardíos?, ¿a qué vienen esas flores ya marchitas?... Permíteme, pues, hacer contigo una excepción con flor fresca y no palabra muerta ahora que estás rindiendo una vida cuya intensidad y frutos todo el mundo envidiaría. La estoica y serena aceptación de tu fatal dolencia con la que nos comentabas aquel día tu destino ya escrito (Susana, admirada entonces de tu entereza, te reitera aquí su beso y abrazón) sólo habla de un hombre de hebras como bilortas, gente de recios principios y una voluntad no apta al quebranto, aunque no te habrán faltado los motivos y las tirrias de una tierra en la que Caín es más que un pueblo. Olvida penas. Siéntete orgulloso y en paz. Has tenido mucho que contar y lo contaste, mucho que dar y lo diste. Resumes además en ti toda la historia y peripecia del sindicalismo agrario cazurro y su voz política en la Diputación; nadie como tú ahí, el único que replicaba con un par a la Bruja del Palacio (de los Gañanes, donde pocos como tú lograron no serlo). Mira atrás, Matías, y ríete. Y vuelve un instante a la escuela donde os vareaba las tablas y las reglas don Andrés, el Trapiello que en breve lapso fue, también como tú, alcalde de Cabreros, pero tú eterno. Repasa desde ahí tanto como te cabe hasta hoy. Y ensancharás el pecho recordándonos que lo innoble del enemigo es lo que te hizo noble. Y con la serenidad en que te imagino, te veo incluso capaz de decirnos adiós como lo hizo Faustino Álvarez, gran colega asturiano, reunidos familia y amigos en su habitación; sólo les dijo «os acompaño en el sentimiento» y se fue, porque es para tenernos compasión ante el panorama que aquí nos queda tan llenito de grescas y miedos, de sequías y calambrazos. Y celébrate, rapaz, con todo lo que va en tu maleta. Aúpa ese ser, que no te irás. ¡Matías, contigo!